martes, 23 de junio de 2020

La destrucción de la Biblioteca de Alejandría y la muerte de Hipatia - Pilar Sánchez Sánchez-Pastor

13.1
La destrucción de la Biblioteca de Alejandría y la muerte de Hipatia.
¿Quién habla en nombre de la Tierra?





Nos remontamos al año 332 a.C., cuando el Gran Alejandro Magno, rey de Macedonia y Hegemón de Grecia, en su conquista por el Mediterráneo, luchó contra los persas en Gaza con el fin de liberar al pueblo egipcio. Esta batalla acabó en victoria para el honorable militar griego y con el fin del yugo persa en Egipto. Tal fue el agradecimiento del pueblo que le proclamaron faraón y fundó la ciudad que hasta nuestros días lleva su nombre, Alejandría.
La ciudad estaba situada a orillas del mar Mediterráneo, en la parte más occidental del delta del río Nilo. El puerto de la ciudad quedaba amparado de las fuertes tempestades por la posteriormente famosa Isla de Faros. Además, un canal permitía a las grandes embarcaciones mercantiles que navegaban por el Nilo llegar al puerto. Así, este enclave pronto se convirtió en uno de los más transitados del mundo.
Además de la ambición por conquistar nuevas tierras, Alejandro Magno tenía un gran interés por la cultura, la ciencia y las letras. Alejandro destacó desde su niñez por su inteligencia y astucia, cualidades que fueron potenciadas por sus diferentes mentores, como el emblemático filósofo Aristóteles. Este interés por el conocimiento y el arte sirvió de modelo a la dinastía Ptolemaica, la cual gobernó Egipto cuando el gran conquistador murió en el 323 a.C. con apenas 32 años.
La cultura helenística de la Antigua Grecia rivalizaba en Alejandría con la milenaria cultura egipcia. Con el fin de aunar ambas culturas, Ptolomeo I decretó el culto oficial a la deidad Serapis en ambas tierras y, además, lo declaró patrón de Alejandría. Sin embargo, la ciudad se urbanizó siguiendo las líneas de la arquitectura helenística y, con el fin de dar prestigio y hacer gala del arte griego, se llevaron a cabo ambiciosos proyectos arquitectónicos.
Ptolomeo I, que fue guardaespaldas y amigo de Alejandro Magno, hizo construir durante su mandato el Mouseion o Museo de Alejandría. Era un espacio dedicado a las musas, hijas de Zeus, que servían de inspiración a artistas y filósofos. El Museo contaba con diferentes dependencias, como un zoológico, jardines botánicos, comedores o salas de reunión e investigación. También disponía de habitaciones para los trabajadores y estudiantes de este impresionante lugar.
Entre las anteriores dependencias destacaba la Gran Biblioteca de Alejandría, cuya importancia y fama ha trascendido durante siglos. Una larga lista de eruditos de diferentes lugares viajó a Alejandría para formarse e investigar. Uno de los más destacados fue Eratóstenes, que llegó a ser bibliotecario jefe, y cuya obra más notable es la medición de la circunferencia de la Tierra.
Los sucesores de Ptolomeo I heredaron este interés por la cultura, y cierta sed insaciable de fama, y se propusieron convertir la Biblioteca en el centro neurálgico del saber. Se hacían expediciones por las ciudades mediterráneas y se registraban todos los barcos que atracaban en el puerto en busca de manuscritos para copiarlos y añadirlos a su colección.
Colección y prestigio que tanto crecieron, que se construyeron otras bibliotecas –llamadas hijas– en la ciudad para acabar albergando gran parte de todo el conocimiento del Mundo Antiguo. La biblioteca hija más famosa estaba localizada al sur de la ciudad, en el templo Serapeum o Serapeo; edificado en honor a Serapis.
Llegados al siglo II a.C., la inestabilidad política y económica de los últimos años de la dinastía Ptolemaica supuso un decaimiento de la actividad cultural. Comenzando con Ptolomeo VIII, que expulsó a muchos eruditos de la ciudad como represalia por no haberle apoyado en sus trifulcas familiares para conseguir el ascenso al trono. Asimismo, la figura emblemática de bibliotecario jefe se vio gravemente devaluada al utilizarse el cargo como recompensa política para aquellos leales a la corona.
El presupuesto otorgado al Museo iba disminuyendo y la situación política no mejoraba. Esto provocó inevitablemente una fuga de sabios a otras ciudades mediterráneas y a la principal rival de la Biblioteca de Alejandría, la Biblioteca de Pérgamo. El fin de la dinastía y la llegada de los romanos a Egipto en el 30 a.C., propició aún más el declive cultural de la ciudad. Años después, en el siglo II d.C., la peste antonina asoló al Imperio romano y diezmó la población del Mundo Occidental.
Pese a esta decadencia, la Biblioteca sobrevivió muchos años más, almacenando en sus estanterías importantes obras y acogiendo a ilustrados que, aunque de forma mucho más precaria, seguían aportando conocimiento al mundo. Aunque durante la crisis del siglo III d.C. del Imperio romano se suprimió la financiación al Museo, además de sufrir numerosos saqueos. Hasta que, a finales de este siglo, la Gran Biblioteca de Alejandría no era más que un dulce recuerdo.
Sin embargo, varios historiadores afirman que Teón de Alejandría (335 - 405) fue bibliotecario de la biblioteca hija del Serapeo y que, por tanto, esta seguía en pie en el siglo IV. Teón era un filósofo de la escuela neoplatonista, astrofísico y matemático. También fue un padre peculiar, pues sumergió a su hija Hipatia (360 - 415) desde pequeña en la ciencia y le enseñó todo lo que estaba a su alcance.
Hipatia pronto se convirtió en una mujer excepcional, con una vasta cultura, un dominio de las matemáticas brillante y una personalidad fuerte. Es difícil catalogar a Hipatia en una escuela filosófica, religión o movimiento, pues se cree que era una persona muy crítica y como tal, no comulgaba completamente con ningún movimiento. Aunque tuvo una fuerte influencia del neoplatonismo por su padre.
Este movimiento del helenismo tardío revivió y replanteó la filosofía de Platón. Se basa en una teoría unificadora y mística en la que todo emana de una única realidad suprema; tanto la inteligencia, como el alma y la materia. Esta teoría fue bien acogida por el cristianismo -religión oficial del Imperio romano desde el 380- ya que identificaban a ese origen de todo como Dios. Hipatia tuvo discípulos tanto paganos como cristianos, y varios de ellos llegaron a alcanzar altos cargos en el gobierno y en la Iglesia.
Hipatia llegó a convertirse en una figura altamente valorada en Alejandría y con gran influencia en las altas esferas de la ciudad. El patriarca Cirilo, que era el máximo exponente de la Iglesia cristiana en Alejandría, endureció la persecución a otras religiones y al paganismo. La ciudad quedó entonces dividida y sufría continuas trifulcas entre sus habitantes y frecuentes ataques a los templos paganos como el Serapeo, que fue finalmente destruido en el año 391. Orestes, prefecto de la ciudad, amigo y discípulo de Hipatia, se bautizó y aconsejó a esta que también lo hiciera, pero ella, fiel a sus principios, se negó.

Fotografía de las ruinas del Serapeo.
(Tomada por Daniel Mayer, licencia: https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/)


Se forjó una fuerte enemistad entre Cirilo y Orestes. Este último llegó a contactar al emperador Teodosio II denunciando al patriarca por sus persecuciones y actos. Un grupo de unos 500 monjes del desierto de Nitria llegó entonces a Alejandría para apoyar a Cirilo. Poco después, Orestes sufrió un ataque por parte de uno de estos monjes, un tal Amonio, que fue posteriormente encarcelado y asesinado. A lo que Cirilo respondió recogiendo su cadáver, enterrándolo en una iglesia e intentando proclamarlo mártir. Pero tanto la autoridad local como parte de la comunidad cristiana se opuso y aumentó la tensión en la ciudad.
Aunque entre los cristianos más radicales creció la idea de que la enemistad entre Cirilo y Orestes era causa de la filósofa Hipatia, ya que el prefecto contaba frecuentemente con su opinión y consejo. Un fatídico día de marzo del año 415, Hipatia fue atacada mientras volvía a casa por una turba violenta de cristianos. La sacaron del carruaje donde viajaba, la golpearon y arrastraron por las calles hasta llegar a la catedral de la ciudad. Allí la desnudaron, apalearon hasta la muerte y descuartizaron su cuerpo con conchas marinas. Este brutal asesinato supuso al patriarcado alejandrino una pérdida de influencia política importante. Aunque a Cirilo sólo le fue retirada la guardia de los 500 monjes por su posible implicación y, tras su muerte, fue proclamado Doctor de la Iglesia y santo.
Toda la información que nos llega de Hipatia, al igual que de otros filósofos de la época, es por medio de las obras que se conservan de ellos y de las cartas que escribían sus discípulos. De esta forma, los datos históricos se nos presentan con un revestimiento de subjetivismo e interpretación. Por ejemplo, ni siquiera sabemos con certeza dónde se hallaba la Gran Biblioteca de Alejandría.
En el capítulo 13 de la serie Cosmos, Carl Sagan nos relata esta historia de una forma contundente y lanzando una fuerte crítica a aquellos ambiciosos e ignorantes que han destruido tanto conocimiento a lo largo de la historia, apelando a los espectadores que no se vuelva a repetir. No obstante, algunos de los datos que se proporcionan son un tanto controvertidos y en los que no se llega a ningún consenso, como en el número de manuscritos almacenados en la Biblioteca, donde las cifras varían entre treinta mil y medio millón.
Sea lo que fuere, se destruyeron grandes obras de escritores, artistas y científicos causando una fuerte ralentización en el avance del conocimiento. Pero no creamos que esto forma parte del pasado, no. Movimientos actuales religiosos, sociales y políticos anulan el pensamiento crítico de muchas personas que, con el fin de apoyar un fin o causa, se convierten en un mero eco.
Defiende tu derecho a pensar,
porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar
Hipatia de Alejandría.



Pilar Sánchez Sánchez-Pastor.
Doctora en Ciencias de la Tierra.
Swiss Seismological Service, ETH Zürich.



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