martes, 23 de junio de 2020

Estamos solos - Rodrigo Gil-Merino y Rubio

12.2
Estamos solos.
Enciclopedia galáctica.


Descarga audiocapítulo
(Voz Adrián Martínez)




El libro “Cosmos” fue publicado en el año 1980. Fue uno de esos fenómenos editoriales poco corrientes, pues estuvo durante mucho tiempo en las listas semanales de los libros más vendidos. Su autor, Carl Sagan, se convirtió en el más famoso divulgador científico durante las dos décadas siguientes. Sagan era un científico en los campos de la astrofísica y de la astrobiología. Desarrolló su carrera en las universidades de Harvard y Cornell en Estados Unidos y participó en las misiones espaciales de las sondas Voyager para el estudio de planetas del Sistema Solar. Por ellas sabemos acerca del volcanismo en la luna Io de Júpiter, de la composición de la atmósfera de Saturno a base de hidrógeno y helio, del gran campo magnético de Urano o de la actividad geológica del satélite Tritón de Neptuno. Las Voyager, lanzadas en los años 70, están alejándose de nosotros por el espacio interestelar y, al menos hasta 2025, continuarán enviándonos datos de su viaje. Las sondas Voyager transportan unos discos con música e información como presentación, por si son encontradas por civilizaciones extraterrestres. Sagan, que era un entusiasta de la exobiología, disciplina que incluye el estudio de la habitabilidad de planetas diferentes al nuestro y de la búsqueda de vida en otros sistemas planetarios, presidió el comité para la realización de estos discos.
A los astrónomos nos gusta pensar que una de las primeras actividades del ser humano como sapiens es la de ordenar el firmamento en su cabeza. Conocer el firmamento implica comprender los ciclos climáticos del año, para tener un calendario que le oriente en sus actividades agrícolas y ganaderas. Pero ese conocimiento implica algo más transcendental: en el firmamento sitúa a sus dioses, seres sempiternos, omnipresentes y todopoderosos a los que se unirá a través de la puerta de la muerte. De alguna manera, la aparición de ritos funerarios en yacimientos arqueológicos son pruebas del grado de humanización de la especie. El firmamento se utiliza para proyectar nuestra existencia más allá de lo terrenal.
En el siglo XXI la especie humana mira al cielo de otra manera. Quizá debido a nuestra antigua costumbre de situar a nuestros dioses en el cielo, ahora nos proyectamos a nosotros mismos sobre el firmamento. Y no solo nos vemos colonizando la Luna, Marte y otros planetas y sistemas planetarios, sino que racionalizamos nuestra querencia ancestral de socialización hasta convertir ese deseo en una fórmula matemática: la ecuación de Drake.
La ecuación de Drake es una de las más famosas en astronomía en particular y en Ciencia en general. Fue propuesta por el astrónomo americano Frank Drake en 1961 y trata de estimar el número de civilizaciones avanzadas tecnológicamente que podría haber en nuestra galaxia, aunque bien puede extrapolarse más allá de nuestra Vía Láctea. Los factores que la ecuación tiene en cuenta son varios: ritmo de formación de estrellas, fracción de estrellas con planetas, fracción de planetas orbitando alrededor de su estrella a distancias compatibles con la vida, fracción de planetas donde podría haberse desarrollado vida y la fracción de planetas en los que se ha podido desarrollar vida inteligente, tecnológicamente avanzada y con posibilidades de comunicación. El propio Drake estimó que podría haber unas diez civilizaciones como la nuestra en nuestra galaxia. En realidad la ecuación de Drake evoluciona con el tiempo, ya que a medida que conocemos mejor aspectos como la evolución de las estrellas, el número de planetas alrededor de éstas y su composición, podemos ser más precisos a la hora de introducir esos valores en la ecuación. Por supuesto, la ecuación también está abierta a introducir nuevos parámetros que tengan en cuenta otros factores importantes antes no contemplados: aspectos propios del planeta, como actividad volcánica, tectónica de placas o las relaciones de un planeta con otros dentro de un mismo sistema o con sus lunas.
La ecuación de Drake tiene algunas críticas, entre las que destaca el hecho de que incluye factores tan diversos, y algunos de ellos tan complejos, que su conocimiento está más allá de nuestras posibilidades, y quizá siempre lo esté. Para mí ésta no es la mayor debilidad de la ecuación. El problema está en la concepción en sí misma de la ecuación: a pesar de que se propone para responder a la pregunta de cuántas civilizaciones, aparte de la nuestra, pueden existir en nuestra galaxia, está construida de tal manera que la respuesta prácticamente no puede ser cero, a pesar de que no hay ninguna evidencia para pensar que debe ser así. Cuando extendemos esta falta de evidencia a la búsqueda de civilizaciones extraterrestres, nos encontramos con la paradoja de Fermi: si el universo está lleno de vida, ¿dónde está todo el mundo? Hay muchas y muy variadas propuestas para responder a la pregunta anterior, pero la verdad es que no hay ni una sola evidencia que nos invite a admitir siquiera el punto de partida.
Sabemos que en el espacio hay moléculas orgánicas de todo tipo. Esto no es extraño, ya que la base de toda la química orgánica que conocemos, el carbono, es uno de los productos que se obtienen a partir de las reacciones nucleares del interior de las estrellas y que, a su muerte, pasan al medio interestelar. Sin embargo, aun con esta aparente abundancia de material orgánico, no hemos detectado aún organismos vivos, ni siquiera uno sencillo. Podría muy bien suceder que la vida fuera un fenómeno muy común, pero altamente inestable, y que aunque pueda aparecer con cierta frecuencia, está condenada a desaparecer una y otra vez, sin posibilidad de solapamiento. También podría darse el caso exactamente contrario: que la vida sea un proceso altamente extraño e improbable, pero estable una vez que aparece, y que solo pudiera darse una vez por universo. Esto último permitiría que se diera cierto grado de evolución, pero nos condenaría a la soledad estelar.

“Hydra, Ophiucus, Cetus”, seriegrafías realizadas a propósito del texto por la ilustradora y artista de grabados ©Lea Dalissier .

Hacia el año 1518, después de entregar al emperador mexica Moctezuma unos pergaminos a modo de fotografías describiendo a unos hombres barbudos y pálidos, recién llegados procedentes de Oriente en casas flotantes, que cabalgaban sobre unos monstruos aterradores, los consejeros del emperador se reunieron. Sus conclusiones fueron claras: son los hijos del dios de la vida, la serpiente emplumada Quetzalcóatl. Fueron a consultar a los máximos sacerdotes si sus antiguas profecías se estaban cumpliendo.  Algo similar ocurrió cuando los hombres de Francisco Pizarro se acercaban a tierras incas, Atahualpa, su jefe, fue inmediatamente alertado por uno de sus sacerdotes: “Viracocha ha vuelto”. Los incas creían en el dios Viracocha, su dios creador, que partió con sus criados por mar hacia el sol poniente y que de esa dirección retornaría. Los españoles eran sin duda los viracochas. A buen seguro no son éstas las dos únicas veces en las que el encuentro entre dos culturas termina en cónclave de sacerdotes, pero me bastan para ilustrar una idea: la primera vez que veamos aterrizar naves extraterrestres con formas antropomórficas saliendo de ellas, serán sin duda generaciones descendientes de los primeros grupos de personas que desde la Tierra colonizaran el espacio exterior. Eso sí primero evolucionamos a seres inteligentes. Sin haber conocido a Sagan personalmente y aún sabiendo de su entusiasmo por la exobiología, creo que estaríamos de acuerdo en esto.


Notas bibliográficas:
(1) Sobre las sondas Voyager, los resultados obtenidos y los discos incluidos en ellas, se puede encontrar toda la información en la web de NASA: https://voyager.jpl.nasa.gov
(2) Una obra amena para adentrarse en la evolución de la especie humana es la obra de los autores del Proyecto Atapuerca J.L. Arsuaga e I. Martínez “La especie elegida”, Ed. Temas de Hoy, 1998.
(3) Muchos aspectos que la Astrobiología estudia y que aquí solo se mencionan sucintamente pueden estudiarse en la obra editada (en inglés) por G. Horneck y C. Baumstark-Khan “Astrobiology. The Quest for the Conditions of Life”, Ed. Springer, 2002. La obra ha podido quedarse algo rezagada respecto a algunas misiones espaciales (aunque hay ediciones posteriores a la utilizada), pero sigue siendo un buen referente para analizar el origen de la vida y sus condiciones en el Sistema Solar.
(4) Sobre mitología y constelaciones, tanto en Occidente como en Oriente, puede consultarse la colección de seis pequeños tomos de A. Martos Rubio “Historia de las Constelaciones”, Ed. Equipo Sirius.
(5) La ecuación de Drake puede consultarse en la página web de SETI: https://www.seti.org/drake-equation-index
(6) Argumentos sobre por qué no encontramos civilizaciones extraterrestres en respuesta a la paradoja de Fermi hay para todos los gustos. La recopilación más extensa se puede consultar en el libro en español de S. Webb “Si el universo está lleno de extraterrestres… ¿dónde está todo el mundo?”, Ed. Akal, 2018.
(7) Las anécdotas sobre los indígenas mesoamericanos pueden ampliarse a partir de la obra de Juan Eslava Galán “La Conquista de América para Escépticos”, Ed. Planeta, 2019.

Rodrigo Gil-Merino y Rubio.
Doctor en Astrofísica.


No hay comentarios:

Publicar un comentario