Carl Sagan.
Introducción al científico y divulgador.
“Estamos hechos de sustancia estelar”
Carl Sagan
Cosmos. Capítulo 9: “Las
vidas de las estrellas”, pág. 233
Nombrar a
Carl Sagan (1934-1996) es citar a ese conocido científico y escritor cuya
amplia sonrisa iluminaba el espacio en el que se encontraba, y cuya labor
divulgativa ha generado una profunda huella en varias generaciones. Entre sus
muchas y muy variadas contribuciones se pueden destacar la serie documental de
televisión Cosmos: Un viaje personal (1980) de la que fue coautor y
narrador; la novela Contact [1] en la que se basa la película homónima
de 1997 dirigida por Robert Zemeckis y protagonizada por Jodie Foster, y el
haber ganado en 1978 el Premio Pulitzer de Literatura General de No Ficción por
su libro Los dragones del Edén [2].
En
esta introducción nos acercaremos a la persona que se encuentra detrás de una
vida cuajada de éxitos, cuál es su historia y cómo pudo llegar a ser quien fue.
La
forja de un mito: infancia y adolescencia.
Carl Edward Sagan nació en Nueva York (USA) un 9 de
noviembre de 1934. Su padre, Sam Sagan, era natural de Ucrania y había emigrado
a los Estados Unidos, donde trabajaba como obrero en una industria textil. Su
madre, Rachel Molly Gruber, era natural de Nueva York y había vivido la pobreza
extrema de niña, habiendo sufrido la “Gran Depresión” de 1920. Carl recibió su
nombre en honor de su abuela materna, Chaiya Clara, tenía una hermana llamada
Carol y su infancia transcurrió en el sencillo apartamento que la familia tenía
en Brooklyn (Nueva York). Eran judíos reformistas, y aunque su padre no era
especialmente religioso, su madre sí participaba activamente en los oficios y creía
en las tradiciones, por lo que solo servía carne kosher. Su padre era un hombre
tranquilo y bondadoso, cuyo talante conciliador le llevó a intentar suavizar
las tensiones entre patronos y trabajadores en la complicada situación del
Nueva York industrial de principios del siglo XX. El propio Carl admitía que
mantuvo una estrecha relación con ellos durante toda su vida, de quienes
aprendió la capacidad para sorprenderse y la tendencia a analizarlo todo, base
del pensamiento científico [3, 4, 5]. Su poderosa influencia queda patente en
casi todas sus publicaciones, como en el libro El mundo y sus demonios,
en el que indica [6]:
“Mis padres no eran científicos. No sabían casi nada
de ciencia. Pero al iniciarme simultáneamente al escepticismo y a hacerme preguntas,
me enseñaron los dos modos de pensamiento que conviven precariamente y que son
fundamentales para el método científico.”
Una de las vivencias infantiles que Sagan recordaba
con mayor intensidad fue la visita que la familia realizó a la Exposición Universal
de Nueva York de 1939, que lo marcó profundamente. Dicho evento se celebró en Flushing
Meadows, el segundo parque público más grande de la ciudad de Nueva York
después del Central Park de Manhattan. Tuvo lugar del 30 de abril al 31 de
octubre de dicho año con el eslogan “Construyendo el mundo del futuro”, y su
éxito fue tal que se volvió a abrir al público del 11 de mayo al 27 de octubre
de 1940. El niño asistió a ella cuando tenía cuatro años de edad, y mucho
después recordaría incluso el característico crujido que se producía cuando una
lámpara iluminaba una célula fotoeléctrica, y cómo al activar un diapasón, el
sonido que generaba se convertía en una onda en un osciloscopio. Además,
contempló en primicia un invento que pronto reemplazaría a la radio: la
televisión, y asistió a uno de los acontecimientos que mayor repercusión
mediática tuvo: el entierro de una cápsula del tiempo en el suelo del parque
público que alojó la exposición. En ella se guardaron varios recuerdos de la
humanidad de la década de 1930 para que fueran recuperados por las futuras
generaciones, y esta idea cautivó a Carl completamente.
Por desgracia, ese mismo año se inició la segunda
guerra mundial (1939-1945), y el origen judío de su familia hizo que la
vivieran con especial horror, sobre todo al finalizar ésta y conocerse los
detalles del holocausto. Afortunadamente, como el pequeño Carl solamente era un
niño no fue muy consciente de lo que significó, tal y como indica El mundo y
sus demonios [4, 5, 6].
Mientras realizaba sus estudios elementales se
interesó vivamente por los fenómenos naturales, y para poder acceder a ese
conocimiento su madre le consiguió el carnet de lector de la biblioteca
pública. El niño tenía una gran curiosidad por saber qué eran las estrellas, y
como ni sus padres ni ninguno de sus amigos le sabían dar una respuesta
satisfactoria [4]:
“Fui al bibliotecario y pedí un libro sobre las
estrellas... Y la respuesta fue sensacional. Resultó que el Sol era una
estrella pero que estaba muy cerca. Las estrellas eran soles, pero tan lejanos
que solo parecían puntitos de luz... De repente, la escala del universo se
abrió para mí. Fue una especie de experiencia religiosa. Había algo magnífico
en ello, una grandiosidad, una escala que jamás me ha abandonado. Que nunca me
abandonará.”
Otra de las instituciones que le impresionaron
vivamente fue el Museo Americano de Historia Natural de la ciudad de Nueva
York, que visitó con un amigo cuando contaba unos seis o siete años de edad.
Asistieron al Planetario y observaron las colecciones de meteoritos, las de
dinosaurios y las de animales en entornos naturales. Este interés por la
ciencia continuó siendo alimentado por sus padres, quienes incluso le compraron
varios juegos de química [7], aunque lo que a él realmente le fascinaban eran
las cuestiones relativas al espacio, sobre todo después de leer las historias
de ciencia-ficción que estaban tan de moda en aquella época. Estas primeras
experiencias lo marcaron para toda la vida y fueron el germen de sus
investigaciones posteriores [4, 5].
Juventud,
carrera universitaria y cargos académicos y científicos.
Una vez que se graduó en la Rahway High School
de Rahway (Nueva Jersey) en 1951 y aprobó lo que nosotros llamamos
bachillerato, se matriculó en la Universidad de Chicago [4]. Allí participó en
su club de astronomía, la Ryerson Astronomical Society (RAS), cuyo
propósito es “observar a las luminarias celestiales en silencio en nuestra
cúpula de observación en el techo de Ryerson Hall, y difundir el amor por la
astronomía y la astrofísica a través de charlas y eventos” [8].
En esta universidad se graduó en Artes en
1954; en 1955 se graduó en Ciencias, en 1956 aprobó un máster en Física,
y en 1960 se doctoró en Astronomía y Astrofísica con la tesis titulada
“Physical studies of planets” [9]. Gracias a su brillante currículum, ese mismo
año obtuvo una beca Miller para trabajar en la Universidad de California
(Berkeley) que duró hasta 1962, cuando se trasladó al Smithsonian
Astrophysical Observatory de Cambridge (Massachusetts). Allí impartió
clases e investigó hasta que en 1968 se incorporó a la Universidad Cornell en
Ithaca (Nueva York), donde fue nombrado profesor titular y director del Laboratorio
de Estudios Planetarios en 1971. Al año siguiente (1972) y hasta 1981 fue
Director Asociado del Centro de Radiofísica e Investigación Espacial de
Cornell, siendo el primer titular de la Cátedra David Duncan de Astronomía y
Ciencias del Espacio en 1976, donde también ofreció un curso de pensamiento
crítico hasta su muerte en 1996. Su prestigio traspasó fronteras y entre otros
honores impartió la edición de 1977 de las Royal Institution Christmas
Lectures en Londres [10].
Fig.1 Carl Sagan en 1951, año de su graduación en la Rahway High School donde cursó su enseñanza preuniversitaria.
Fotografía del anuario de la Rahway High School, obtenida de: https://futurism.com/know-your-scientist-carl-sagan, visitada el 25/04/2020.
Una prueba de su innata genialidad queda constatada
en su currículum vitae de diciembre de 1961, donde se puede ver que,
además de tener ya dos hijos a la temprana edad de 27 años, pertenecía a las
más prestigiosas asociaciones científicas y había publicado importantes
artículos de investigación puntera sobre diferentes aspectos de la Luna, Venus,
los meteoritos y el espacio exterior. También puede comprobarse que había
iniciado su trabajo como divulgador, pasión que le acompañó toda su vida [11].
Sagan perteneció al programa espacial estadounidense
desde sus comienzos y gracias a su trabajo como asesor de la NASA se
elaboraron, entre otras cosas, las pautas que debían seguir los astronautas del
Programa Apolo que viajaban a la Luna. Asimismo, participó en el diseño de los
experimentos de varias misiones no tripuladas que fueron enviadas a explorar el
sistema solar. Inspirado por la “cápsula del tiempo” que vio cuando era un niño
en la Exposición Universal de Nueva York de 1939, en ellas se incluyó un
mensaje fácilmente entendible por cualquier inteligencia extraterrestre que se colocó
en dichas naves; el primero de ellos fue una placa anodizada colocada en la
sonda espacial Pioneer 10 lanzada en 1972, y el segundo, copia del
primero, en la sonda Pioneer 11 lanzada al año siguiente (1973).
Ilusionado con la idea de conectar con las hipotéticas civilizaciones
extraterrestres, Sagan ideó el denominado “Disco de Oro” que fue enviado en las
sondas espaciales Voyager en 1977. Sin embargo, también fue crítico con
algunas propuestas de la NASA, porque estaba en contra de la financiación del
transbordador espacial y de la estación espacial en detrimento de posibles
futuras misiones robóticas [12].
Sin embargo, a pesar de que buscó con ahínco la vida
extraterrestre, se mantuvo muy cauto con el denominado “fenómeno ovni”, porque
opinaba que debería ser estudiado sin restricciones por los científicos para
poder establecer alguna conclusión fiable [1].
Interesado en el rigor de las publicaciones
científicas, fue editor de la revista Icarus, especializada en estudios
sobre el Sistema Solar tanto desde el punto de vista de la astronomía como de
otros aspectos como la geología, la meteorología, la física, la química o la
biología [13].
En 1980, Carl Sagan, Bruce Murray y Louis Friedman
fundaron la Sociedad Planetaria [14], una organización no gubernamental
cuyo objetivo es desarrollar la exploración espacial del sistema solar y
divulgar las ciencias planetarias y la astronomía. Tiene su Sede en Pasadena
(USA), y además se encarga del programa SETI de búsqueda de vida extraterrestre
a través de emisiones de radio, el primero de los cuales surgió bajo el
patrocinio de la NASA durante los años 1970.
Carl Sagan ocupó cargos de importancia en varias
sociedades científicas americanas de gran prestigio; fue presidente de la
División de Ciencia Planetaria (DPS) de la Sociedad Astronómica Americana,
presidente de la Sección de Planetología de la American Geophysical Union
y presidente de la Sección de Astronomía de la Asociación Estadounidense
para el Avance de la Ciencia, entre otras muchas [15].
Sus contribuciones
científicas.
El testimonio de que fue un extraordinario
científico lo atestiguan los numerosos artículos de investigación que escribió,
muchos de los cuales han sido recopilados por su biógrafo William Poundstone
[16].
Su trabajo resultó fundamental para descubrir las
altas temperaturas que existen en la superficie del planeta Venus, un
gran desconocido a principios de la década de 1960. Publicó sus resultados en
el libro Planets [17] y según sus datos, todo parecía indicar que era un
planeta seco y muy caliente, con una temperatura superficial de unos 380 °C.
Más adelante, en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA
participó en las primeras misiones del Programa Mariner a Venus, y en
1962, la sonda Mariner 2 confirmó sus conclusiones, determinando que su
atmósfera es considerablemente caliente y muy densa. Sus investigaciones sobre
Venus le llevaron a pronosticar que un calentamiento global de la Tierra
generado por los seres humanos sería un peligro creciente que lo llevaría a
tener una evolución similar a la de Venus, convirtiéndolo en no apto para la
vida como consecuencia de un efecto invernadero fuera de control.
Sagan fue de los primeros científicos que planteó la
hipótesis de que Titán, una de las lunas de Saturno, podría
contener grandes extensiones de compuestos líquidos bajo su superficie, y
también proporcionó una explicación al color rojizo de su atmósfera, al deducir
que estaba formada por moléculas orgánicas.
También supuso que Europa, una de las lunas
de Júpiter, podría albergar océanos de agua subterráneos. La existencia
de este océano fue confirmada de forma indirecta por la sonda espacial Galileo,
que fue lanzada el 18 de octubre de 1989 y entró en la atmósfera de Júpiter el
7 de diciembre de 1995. Otro planeta que centró su atención fue Marte,
porque le intrigaban las variaciones de color de su superficie, y después de
varios estudios llegó a la conclusión de que estaban producidos por movimientos
del polvo superficial originados por tormentas de viento.
Carl Sagan tuvo éxito en casi todas las
investigaciones que emprendió excepto en una: la localización de vida
extraterrestre, a pesar de que le ilusionó especialmente y le dedicó
innumerables esfuerzos. Para ello experimentó con la generación de aminoácidos
a través de radiaciones y de reacciones químicas [18], participó en el programa
SETI anteriormente citado y en el denominado “mensaje de Arecibo”, que fue una
emisión de radio que se envió al espacio desde el radiotelescopio de Arecibo
(Puerto Rico) el 16 de noviembre de 1974. En ella se informaba sobre la
situación del Sistema Solar, de nuestro planeta y de los seres humanos, y fue
dirigido a un cúmulo de estrellas que está a una distancia de unos 25.000 años
luz de la Tierra. Hasta hoy no hemos recibido respuesta.
Su
vida privada, su ideología y su labor divulgativa.
Carl Sagan estuvo interesado en una gran cantidad de
temas que siempre abordaba desde la perspectiva de un científico, y vivió en
una época convulsa, pero a la vez extraordinariamente interesante. Además de
ser testigo de la “guerra fría” derivada de la segunda guerra mundial
(1939-1945), asistió a los numerosos avances científicos, técnicos y
biosanitarios que caracterizaron al siglo XX.
Sus biógrafos le definen como una persona escéptica
y librepensadora, agnóstico declarado, cuya vida privada fue un reflejo de
dicha época. Contrajo matrimonio tres veces: En 1957 con la bióloga Lynn
Margulis, en 1968 con la artista y guionista Linda Salzman, y 1981 con la
escritora y activista Ann Druyan, unión que duraría hasta la muerte del
científico en 1996. Con ellas tuvo cinco hijos: Dorion S. Sagan Margulis
(1959), Jeremy E. Sagan Margulis (1960), Nicholas J. Z. Sagan Salzman (1970),
Alexandra R. Sagan Druyan (1982) y Samuel D. Sagan Druyan (1991).
Fig.2 Carl y su primogénito Dorion. Cortesía de su primera esposa y madre de Dorion, Lynn Margulis.
Genial divulgador, intentó transmitir los conceptos
científicos de forma sencilla para que llegaran a todo el público y así acabar
con las pseudociencias. Su obra más conocida es la ya citada serie Cosmos,
que se completó con un libro de igual título [19] al que continuó como secuela Un
punto azul pálido: Una visión del futuro humano en el espacio [20]. Este
último se inspiró en una fotografía de la Tierra tomada por la nave espacial Voyager
1 a una distancia de 6000 millones de kilómetros, cuando estaba a punto de
abandonar nuestro Sistema Solar en 1990.
Contrario a la violencia, se oponía a la guerra del
Vietnam y a la escalada armamentística nuclear que protagonizaron Estados
Unidos y la Unión Soviética, y debido a su participación en las protestas
pacifistas llegó a ser detenido en varias ocasiones [5].
Por desgracia, cuando contaba 60 años Carl Sagan
enfermó de mielodisplasia y se sometió a tres trasplantes de médula ósea que le
donó su hermana, pero su organismo no resistió y falleció de neumonía el 20 de
diciembre de 1996, con 62 años de edad. Fue enterrado en el cementerio Lake
View de Ithaca (Nueva York) [21], y los reconocimientos y homenajes a su figura
y a su obra han sido innumerables, continuando hasta hoy en día. Descanse en paz.
In
memoriam
Fig.3 Piedra conmemorativa dedicada a Carl Sagan en el “Sendero de los Famosos” del Jardín Botánico de Brooklyn (Nueva York).
Referencias:
[1] SAGAN, Carl (1985) Contact. New York, Simon and Schuster.
[2] SAGAN, Carl (1977) The Dragons of Eden: Speculations on the
Evolution of Human Intelligence. New York, Random House.
[4] DAVIDSON, Keay (1999) Carl Sagan: A life. New York, etc, John
Wiley & Sons.
[5] SPANGENBURG, Ray; MOSER, Diane (2004) Carl Sagan: A Biography.
Westport, Conn., Greenwood Publ.
[6] SAGAN, Carl (1995) The Demon-Haunted World: Science as a Candle in
the Dark. New York, Random House.
Fue continuado por SAGAN, Carl (1997) Billions and Billions: Thoughts
on Life and Death at the Brink of the Millennium. New York, Random House.
[9] http://chronicle.uchicago.edu/931111/sagan.shtml, visitada el 12/01/2020. Su memoria de tesis se puede consultar en https://search.proquest.com/docview/301918122, visitada el 28/04/2020.
[10] “Christmas Lectures 1977: The Planets: RI Channel”, https://www.rigb.org/christmas-lectures/watch/1977/the-planets, visitada el 12/01/2020. No podemos citar aquí los numerosos premios que recibió, que se pueden
consultar en cualquiera de las biografías aquí citadas.
[16] POUNDSTONE, William (1999) Carl Sagan: A Life in the Cosmos.
New York, Henry Holt.
Puede leerse on-line en: http://www.librosmaravillosos.com/carlsaganunavidaenelcosmos/index.html, visitada el 25/04/2020.
[17] SAGAN, Carl (1966) Planets. Nederland,
Time-Life International.
[18] https://web.archive.org/web/20071011220013/, http://bartelby.com/65/sa/Sagan-Ca.html, visitada el
26/04/2020.
[19] SAGAN, Carl (1980) Cosmos. New York, Random House.
[20] SAGAN, Carl (1994) Pale Blue Dot: A Vision of the Human Future in
Space. New York, Random House.
Inés
Pellón González.
Doctora en Ciencias Químicas.
Profesora Titular de Universidad, Departamento de
Ingeniería Química y del Medio Ambiente.
Escuela de Ingeniería de Bilbao, Universidad del País Vasco (UPV-EHU),
Bilbao.
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