Rock and Roll para un planeta rojo.
Blues para un planeta
rojo.
El mejor libro es aquel que después de 40 años
te sigue haciendo soñar, te transporta a otro planeta, y te hace revivir el
entusiasmo que anteriores científicos pusieron para explorar el espacio que nos
rodea. En concreto, el capítulo “Blues
para un planeta rojo” dedicado a Marte es exquisito, y el entusiasmo
mostrado por varias generaciones hacia la exploración de nuestro vecino rojo es
absolutamente contagioso.
Aunque
nos separen cuatro décadas desde que el capítulo fue escrito, Marte sigue
siendo uno de los principales motores de la exploración planetaria tal y como
Carl Sagan lo describió. La habitabilidad y posible vida microscópica
pasada/presente bajo su superficie son los pilares de la exploración actual. Si
en aquel entonces “Blues de un planeta rojo” evocaba la fantasía de existencia
de vida en Marte o que el planeta pudiera haber sido azul como la Tierra en un
tiempo pasado, creo que en la actualidad sería apropiado llamarlo “Rock and
Roll para un planeta rojo” porque su superficie rocosa aún tiene mucho que
enseñarnos y porque, en el momento actual, la exploración Marciana esta más de
moda que nunca.
El
momento en que las Vikings 1 y 2 se posaron en la superficie de Marte, no solo
fue un hito en la historia de la exploración espacial, sino el punto de partida
de la exploración planetaria tal y como la conocemos hoy en día. El legado fue
tal, que hasta la llegada de la misión americana MAVEN (Mars Atmosphere and
Volatile Evolution mission) en septiembre de 2014 (¡42 años después!), los
únicos dos perfiles de densidad y temperatura que se tenían de la alta
atmosfera de Marte eran los que se tomaron durante el descenso de los dos
aterrizadores de las Vikings. Pero si hay algo en lo que la exploración de
Marte ha sido constante desde los tiempos de Schiaparelli y de Lowell, ha sido
en la búsqueda de evidencias de vida y la caracterización de la habitabilidad
del planeta. Hasta la fecha, ninguna misión ha encontrado restos de vida
presente o pasada en su superficie, aunque esto no quiere decir de ningún modo
que no haya habido.
Existen
numerosas pruebas que indican que Marte fue una vez mucho más cálido y húmedo,
tuvo grandes ríos y el agua líquida corrió por su superficie (Figura). Por lo
tanto, Marte y la Tierra presentaron condiciones similares en sus primeros
millones de años, haciendo la aparición de microbios viable también allí. Si a
todo esto le añadimos la controversia actual sobre la presencia de metano en
Marte, tenemos ante nosotros la explicación de por qué la exploración de
nuestro vecino rojo sigue siendo uno de los principales objetivos en la
búsqueda de signos de vida en el Sistema Solar.
Tres imágenes de Marte
tomadas por la misión europea Mars Express donde la presencia de agua presente
o pasada es evidente. Imagen superior: Cráter Korolev cubierto de agua helada.
Imágenes del medio e inferior: surcos de antiguos ríos de agua líquida.
Imágenes de ESA/DLR/FU Berlin.
En
cuanto al tema del metano existe actualmente una interesante controversia sobre
la presencia de trazas de este gas, ya que es un marcador de presencia de vida
microbiana, aunque este, también se puede originar por procesos volcánicos o
por actividades hidrotermales. Sabemos, sin embargo, que su presencia es
inestable desapareciendo rápidamente por causas físicas que aún se desconocen.
Por tanto, medir metano en Marte podría implicar la existencia de una fuente
donde este gas se genera continuamente.
Todas
las nuevas misiones mandadas a Marte durante la última década cuentan con
instrumentación apropiada tanto para su medición como para la localización de
sus posibles fuentes. Sin embargo, las observaciones que nos envían tanto desde
la superficie como desde órbita son contradictorias. La primera evidencia de
metano en la atmósfera de Marte se tuvo en 2004 gracias a la sonda europea Mars
Express y fue al poco tiempo confirmada por telescopios terrestres. Mars
Express nos ha mostrado que las concentraciones de este gas varían a lo largo
de las estaciones y de los años. Sin embargo, en 2012 el rover Curiosity de la
NASA aterrizó en Marte y al principio no encontró metano, generando más dudas
sobre la existencia de este gas. Fue así hasta que, en 2014, detectó un pico en
la producción de este gas. Desde entonces, el metano se ha observado de forma
intermitente en Marte llevándonos a la conclusión de que existe una variación
estacional. Desafortunadamente, el rover Curiosity no tiene la capacidad de
distinguir entre los isotopos de metano, y, por tanto, nos deja sin saber si el
origen es geológico o biológico. En 2016, Europa y Rusia mandaron a Marte otra
nave para orbitar el planeta, llamada ExoMars Trace Gas Orbiter, a la que le
seguirá en 2022 un rover para la superficie llamado Rosalind Franklin. El
orbitador Trace Gas Orbiter, que en principio es la nave con mejor tecnología
para descifrar los enigmas del metano, no ha encontrado signo alguno de este
gas en la atmosfera marciana aun, contribuyendo aún más si cabe al misterio de
su origen y destrucción.
No
obstante, no todo en Marte es metano. Las misiones actuales cuentan con la
instrumentación precisa para determinar las condiciones de habitabilidad
presente y pasada de Marte. En concreto, en los próximos dos años varias
misiones de diferentes agencias espaciales serán lanzadas a Marte. En julio de
2020, serán tres entre las que se incluyen la agencia americana NASA con el
rover Perseverance de la misión Mars2020, la misión Tianwen-1 de China
(orbitador, aterrizador y rover), la misión “esperanza” (Hope en inglés) de los
Emiratos Arabes Unidos. A estas les seguirá el rover Rosalind Franklin de la
agencia espacial europea y rusa en 2022. España participa en varias de estas
misiones proporcionándoles diferentes instrumentos, como por ejemplo, para el
rover Rosalind Franklin. El objetivo principal de esta misión será resolver una
de las preguntas pendientes de nuestro tiempo intentando esclarecer si la vida
alguna vez existió o si todavía está activa en Marte hoy1. Para
ello, el rover consta de un conjunto completo de instrumentos dedicados a la
investigación en exobiología y geoquímica, así como un perforador de hasta 2 m
para recolectar y analizar muestras del subsuelo.
Desde
la época de las Vikings sabemos que no hay vida en la superficie de Marte (o al
menos, ¡no la hemos encontrado aún!), pero conocemos muy poco sobre si podría
existir vida bajo su superficie. De hecho, es sabido que la superficie de Marte
es un medio muy malo para la conservación de biomarcadores debido a que la
dosis de radiación ultravioleta es mayor en Marte que en la Tierra, y esta
produce especies oxidantes reactivas que destruyen los biomarcadores. Esta
radiación no solo afecta a la superficie, sino que también a los materiales que
se encuentran por debajo de la superficie. Por todas estas razones, esta misión
es muy prometedora ya que por primera vez se estudiará el subsuelo marciano
hasta 2 m de profundidad, lo que implica que, por primera vez, materiales que
han permanecido casi intactos y protegidos de la radiación solar serán
analizados. De haber existido vida en Marte, esta sería la misión que podría
encontrarla.
Marte
sigue más vivo que nunca, y no solo debido a que recientemente la misión
americana InSight haya medido “martemotos”, sino porque a pesar de tener un
aspecto árido y difícil, Marte está muy arraigado dentro de todos nosotros y su
conquista humana cada vez se siente más cercana. Todos los países quieren ir a
Marte tanto como quieren volver a la Luna, y sueñan con resolver las mismas
preguntas que Carl Sagan sabiamente postuló hace 40 años en este libro. Pero no
solo los países a través de sus agencias espaciales públicas quieren ir a
Marte, sino también el sector privado. Existen compañías como SpaceX que ha
marcado Marte como su preciado diamante a conseguir, con el lema “Marte y más allá, el camino hacia la
humanidad multiplanetaria2”. Entre sus objetivos está ir y
volver de Marte, así como llevar a humanos hasta allí. Quién sabe, ¿serán estos
los próximos vuelos transplanetarios que cogeremos en unos años? Parece que
pronto tendremos conocimiento de lo lejos que podemos ir.
Podríamos
decir que la exploración de Marte es una carrera llena de obstáculos, pero que
por más que mandamos sondas allí, más nos damos cuenta de nuestra ignorancia
sobre el querido vecino rojo.
Aunque
podríamos decir que en 40 años la vida da muchas vueltas, en este caso, al
desconocer si hay o ha habido vida, necesitaremos al menos otros 40 años más
para empezar a entender el porqué de esta fascinación por un planeta
simplemente rojo.
Notas:
Beatriz
Sánchez-Cano.
Doctora
en Ciencias Físicas.
Post-Doctoral Research
Associate.
University of
Leicester, Reino Unido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario