La muerte del Sol y de
la Tierra.
Las vidas de las estrellas.
“Erase una vez, una
estrella absolutamente común; ni muy caliente ni muy fría, pequeña y amarilla.
Perdida en un rincón de un pequeño y tranquilo brazo [1] de la Vía Láctea, más cerca
del borde que del centro. Una estrella entre las más de 200 mil millones que se
puedan encontrar en la galaxia. Nadie le prestaba la más mínima atención,
aislada de sus hermanas y de las otras estrellas que habían nacido en la misma
gran nube oscura de polvo y gas [2].
Ella pensaba que
nunca sería conocida, que nada ni nadie sabrían cómo se había desarrollado su
vida. Su existencia se reduciría a fabricar elementos químicos que expulsara al
morir, cómo sólo saben hacer las estrellas y que terminarán uniéndose como un
puzle cósmico.
Aun así, ella seguiría viviendo su larga vida de la
manera que sabía hacerlo; liberando la materia de su interior (un gigantesco
horno termonuclear por corazón) transformada en chorros de energía, bañando de
luz y calor todo lo que se encuentre a su alrededor. Permitiendo, entre otras
cosas, la vida sobre un punto azul pálido [3]”.
Las estrellas han sido
guardianas de nuestros sueños y nuestros anhelos como especie y sin darnos
cuenta, todos los años nace una nueva estrella en algún rincón de nuestra
galaxia. Sería muy difícil, casi imposible, saber cuántas están naciendo en
todo el universo mientras escribo estos párrafos, o cuantas han podido nacer
desde que Carl Sagan nos habló de ellas en Cosmos. Tenemos que emprender un viaje
al pasado para encontrarnos en un día cualquiera, hace aproximadamente 4.600
millones de años [4], en que nació nuestra estrella.
En apenas
unas décadas, comenzado el siglo XX, la ciencia humana ha podido descifrar el
más profundo secreto de las estrellas y en consecuencia de nuestro Sol, un
enigma que nos acompañaba desde hacía milenios.
Comprendemos
muchas cosas sobre ellas mismas; cómo fue su nacimiento, cómo pre-visiblemente
se desarrollará su vida, en el caso de nuestro Sol y en su última fase activa,
se extinguirá apagándose muy lentamente (a lo largo de períodos de tiempo
inimaginablemente largos), dejando en el camino (la estrella pulsará y
expulsará sus capas exteriores al espacio) uno de los objetos cósmicos más
bonitos que se pueden observar; una nebulosa planetaria [5], el fantasma de una
estrella rumbo al exterior. En el centro quedará una bolita de cenizas muy
densa (el núcleo del viejo Sol), esta enana blanca ya no puede hacer otra cosa
que enfriarse.
Hemos
descubierto cómo funcionan sus abrasadores núcleos, las fraguas en donde se
forja la materia y que, en el caso de algunas estrellas, serán expulsados al
medio interestelar (por medio de una colosal explosión de supernova) [6] en
donde volverán a formar parte de futuras estrellas o del material que orbitará
alrededor de las mismas. Se formarán nuevos planetas y si logran tener la misma
suerte que tuvo el nuestro, posiblemente puedan generar algún tipo de vida,
parecida o no, a la nuestra.
Nebulosa planetaria NGC 6543, observada en 2004 por el telescopio espacial Hubble, presenta al menos 11 capas concéntricas de materia expulsada.
Crédito: NASA/ESA/HEIC/STScI/AURA
Sabemos
que en el interior de nuestra estrella (desde su nacimiento) se mantiene un
duro equilibrio (denominado equilibrio hidrostático) entre dos fuerzas, un
pulso entre la gravedad (generada por su propia masa) y la fusión nuclear o
visto de otra manera, una lucha colosal entre los resultados de estas dos
fuerzas; contracción y expansión.
Esta
lucha entre la gravedad que tiende a contraer la estrella y la presión de su
interior, producto del calor generado en las fusiones nucleares (calcinando
Hidrógeno, para transformarlo en cenizas de Helio), son el principal factor que
determinará la evolución de la estrella. En constante batalla de supervivencia
con las fuerzas qué componen su estructura, latirá lentamente y su núcleo
estará tan caliente que durante un tiempo transformará el Helio (el subproducto
de la fusión del hidrógeno) en Carbono, la ceniza de la fusión nuclear desde su
nacimiento, que le servirá de combustible, para luchar a "muerte"
contra la gravedad generada por sus propios átomos y en un intento de
reescribir su destino, su vida será gobernada por el equilibrio entre estas dos
fuerzas.
El Sol es
una máquina que se autorregula y el camino que seguirá dependerá de cómo
reacciona ante los cambios que en ella se producen al variar su masa,
temperatura y composición internas, de tal forma que puede permanecer estable
varios miles de millones de años, convirtiendo a cada segundo toneladas y
toneladas de materia en energía (luz y calor principalmente), liberada gracias
a complicados procesos subatómicos; un proceso que tiene lugar en cada rincón
del universo.
Todos
nuestros días están gobernados por el Sol, ha sido la luz, el calor y el
bálsamo en las noches oscuras y amenazantes para los primeros humanos (en el
África de hace unos 150 mil años), forma parte de nuestro pasado, presente y futuro.
Siempre atraídos por la esencia de su brillo y de su luz que nuestros
antepasados observaron y confundieron con los dioses (fue Ra, Shamash, Inti o
Helios entre otros) de su tiempo. Adorado, celebrado y a la vez temido.
En cuanto
a lo concerniente a nuestra estrella ninguno de sus días se hace aburrido,
amanece otra vez como todo el mundo espera que suceda, siendo la señal del
comienzo de cada uno de nuestros días. Esta sencilla y aparente rutina y quizás
sumado también a nuestra arrogancia e indiferencia, el Sol, que se muestra
constante a nuestros ojos, pareciendo como una ilusión, invariable y duradera.
Los habitantes de este planeta dependemos de sus caprichos, la misma Tierra
tiembla en respuesta a la fuerza que el Sol es capaz de liberar; los más
pequeños cambios en su aparente rutina, hacen que nuestro planeta se caliente o
se enfríe y, en definitiva, que se modifique el clima y así modificando el
destino de las civilizaciones, incluida la nuestra.
Hay
mecanismos de la física (gravedad contra radiación) que rigen su evolución
y su envejecimiento (su línea temporal), una lucha constante y sin descanso, un
delicado empate de fuerzas que se ha mantenido desde que la primera fusión
encendiera el núcleo del Sol. Pero un día, inevitablemente, ese empate llegara
a su fin.
Según las
múltiples formas de alcanzar el fin de la Tierra antes de tiempo, tan presentes
en los medios de comunicación (situaciones mayoritariamente apocalípticas),
pero la vida de nuestro planeta tampoco será eterna y su destino está marcado
de forma indeleble por los mecanismos internos, que rigen la lenta
transformación de nuestro Sol y de su inevitable final.
A lo
largo de la existencia del Sol y como resultado de la continua fusión, su
núcleo se ha ido calentando de manera lenta a medida que el helio se ha ido
acumulando y comprimiendo. Estas fusiones termonucleares se han ido acelerando
y actualmente es un 40% más luminoso y energético que cuando era un recién
nacido, hace 4.600 millones de años, obviamente la intensidad de energía (luz y
calor) que llegará a la Tierra continuará aumentando, mientras siga acumulando
helio en su centro y esta tendencia continuará hasta el final.
Pero los
problemas habrán empezado mucho antes de ese final, la agonía del Sol afectara
de manera dramática a la suerte de la Tierra. Dentro de unos 600 millones de
años, la luminosidad solar habrá aumentado en un 10% y activara una serie de
mecanismos que afectaran directamente al planeta (afectara directamente al
clima y al normal funcionamiento de la vida), el principal problema sería un
ultra efecto invernadero, provocando que se fundan todas las masas de hielo
(dejara de existir el agua en estado sólido) sobre el planeta. Al tiempo, los
océanos se calentarán, aumentando la evaporación del agua. La atmósfera
terrestre se llenará de vapor, que contribuirá a retener aún más calor
(independientemente del Sol) y a más calor, más evaporación de agua. En ese
punto, la temperatura media de la Tierra se encontrará cercana de los 50ºC y
evaporará por completo los océanos [7] y en un plazo de 1.300 millones de años,
el planeta podría quedar libre de vida compleja.
La
dramática situación terrestre seguirá, dentro de 3.500 millones de años, la
influencia del Sol volverá a sentirse sobre la Tierra, su brillo aumentará un 40%
más que en la actualidad y será capaz de fundir la roca de la superficie
terrestre.
El Sol,
completamente indiferente al desastre terrestre (sin mencionar a Mercurio y
Venus), continuara con su evolución física (comienza la fase de supergigante
roja), en unos 4.800 millones de años. Brillará un 67% más que ahora, después
esta cifra aumentará hasta el 120%, también perderá mucha masa a través del
viento solar, provocando una alteración en las órbitas de los planetas. La
Tierra, se desplazará a una distancia de unos 225 millones de kilómetros, esto
quizá la “salvará” temporalmente, ya que el Sol aumentará su tamaño de forma
radical hasta los 180 millones de kilómetros de radio y su atmósfera se tragará
las órbitas de Mercurio y Venus, en un plazo de unos 7.500 millones de años.
La
Tierra, estando tan cerca de la agonía final del Sol y afectada su órbita (que
se reducirá) por el fenómeno de las mareas gravitatorias, las mismas que
perturbarán a la Luna, cuya órbita se acercará a menos de 20.000 kilómetros, momento
en que será destruida y desmenuzada, cayendo sus restos sobre el planeta. En
este punto, algunos científicos opinan que la infernal Tierra acabará siendo
devorada por la atmósfera solar, pero otros piensan que podría aún aguantar en
su precaria órbita. De todas maneras, antes de eso, el planeta habrá perdido su
atmósfera de forma rápida y su superficie será magma líquido en torno a
1.500ºC.
El Sol
aún vivirá varios miles de millones de años más como una enana blanca, pero
estará tan débil que su gravedad no tendrá fuerza para mantener unido al
Sistema Solar. Sin su poder, los restos del Sistema Solar estarán expuestos, no
sólo a las últimas oleadas de radiación del Sol, sino a los potentes rayos
interestelares. Los átomos de lo que un día fue el Sistema Solar (incluidos
nosotros) se esparcirán por toda la galaxia.
Referencias:
[1]
Nuestra galaxia tiene una serie de brazos espirales, y el Sol se encuentra
actualmente en el pequeño brazo espiral que llamamos el “brazo de Orión” (o
brazo local), que es una conexión entre dos brazos espirales mayores que están
cerca de nosotros: el de Sagitario y el de Perseo.
[2]
(Nube molecular gigante) compuesta principalmente de hidrógeno molecular y
helio, con cantidades pequeñas de gases más pesados, ellas son las cunas del
nacimiento de nuevas estrellas y planetas. http://legacy.spitzer.caltech.edu/espanol/edu/ask/nebula.html
[3]
Un punto azul pálido (Pale Blue Dot), es una fotografía de la Tierra tomada por
la sonda espacial Voyager 1 desde una distancia de 6000 millones de kilómetros.
La imagen muestra la Tierra como una mota o punto de luz casi imperceptible
debido al fulgor del Sol. Wikipedia
[4]
El Sol es una estrella de segunda generación, pues se formó hace 4.600 millones
de años, en una época en que la galaxia tenía más de 10.000 millones de años.
(Pag.150. Soles en Explosión.)
[6]
Una supernova es la explosión más grande que podemos imaginarnos, el brillante
y último suspiro de una estrella que tiene al menos cinco veces más masa que
nuestro Sol. https://spaceplace.nasa.gov/review/dr-marc-space/supernovas.sp.html
[7]
Los modelos de temperaturas, indican la ausencia total de agua líquida en un
plazo de 1.100 millones de años, y una situación similar a la existente hoy en
día en Venus. (Pag.223. La muerte llega desde el cielo).
Bibliografía:
(1)
David Whitehouse, 2006, El Sol. Una Biografía, Madrid, Kailas Editorial.
(2)
Philip Plait, 2010, La muerte llega desde el cielo, Madrid, Ma Non Troppo.
(3)
Mariano Ribas Bertrán, 2010, Historia de las Estrellas, Buenos Aires, Capital
Intelectual.
(4)
Isaac Asimov, 1994, Soles en Explosión, Barcelona, RBA Editores.
(5) Carl Sagan, 1980, Cosmos,
New York, Random House.
Joaquín Manuel Ramírez
Rodríguez.
Ingeniero Técnico
Industrial. Grado en Ingeniería.
Muchas gracias por dejarnos conocer de una forma amorosa y pragmática a la vez, un poco mas nuestro universo y nuestra bella estrella que como todo lo grandioso y maravilloso de este universo infinito, pasa desapercibida a los ojos de su maravilloso entorno.
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