martes, 23 de junio de 2020

La forma del mundo - Enrique Macías Virgós

14.2
La forma del mundo.
(Apéndice 2) Los cinco sólidos pitagóricos.




Un “sólido platónico” es un poliedro regular convexo (Figura 1). Esto significa que sus caras son polígonos regulares iguales y que en todos los vértices el número de caras incidentes es el mismo. Además, se cumple la conocida fórmula de Euler:
V – A + C = 2,                  (Ecuación 1)
donde V es el número de vértices, A el número de aristas y C el número de caras.


Fig. 1. Los sólidos platónicos.
(Crédito: МаксимПе [CC BY-SA 4.0] 


En tres de los sólidos las caras son triángulos equiláteros:
- el tetraedro, con V = 4, A = 6, C = 4,
- el octaedro: V = 6, A = 12, C = 8,
- el icosaedro: V = 12, A = 30, C = 20;
en el cubo o hexaedro, las caras son cuadrados, V=8, A=12, C=6; y en el dodecaedro las caras son pentágonos regulares, V = 20, A = 30, C = 12.
Estos sólidos, que Sagan llama “pitagóricos”, se conocen desde hace miles de años. Para Platón (427 a. C.-347 a. C.) representaban los componentes elementales del mundo, respectivamente: el fuego, el aire, el agua, la tierra y la forma del universo. La belleza extraordinaria de estos cuerpos radica en su simetría, especular y rotacional, que ha atraído el interés de muchos artistas a lo largo de la historia. Sus formas también aparecen en la Naturaleza: hay minerales que cristalizan en forma de poliedro, como la pirita de la Figura 2, y es posible que la observación de estos cristales esté en el origen de las ideas de Platón. También aparecen en la disposición de los átomos de ciertas moléculas [1], en los esqueletos de radiolarios [2] y en la cápside de algunos virus [3].


Figura 2. Cristal de pirita. 
(Crédito: RobLavinsky, iRocks.com [CC-BY-SA-3.0]

Solo existen cinco sólidos platónicos. Una demostración ya aparece en los Elementos de Euclides (325 a. C.-265 a. C.). Aquí, en vez de la prueba algebraica que se daba en el libro original de Sagan, haremos otra, basada en el hecho de que, en cada vértice, la suma de los ángulos internos de las caras incidentes tiene que ser inferior a 360º.
En un polígono regular de n lados, cada ángulo interno mide
a = 180 º - 360º/n,
en un poliedro, si r es el número de aristas (y también de caras) que inciden en un vértice, tenemos
r • a < 360º,
como podemos comprobar si imaginamos que aplastamos el vértice y abrimos las caras hasta ponerlas en un mismo plano. Como n no puede ser inferior a 3, vemos que:
- para n = 3 tenemos r • 60 < 360, con lo que r = 3,4,5;
- para n = 4 es r • 90 < 360, luego r = 3;
- para n = 5 es r • 108 < 360, de donde r = 3,
- y para n superior no sirve ningún r, ya que r no puede valer menos que 3.
Por otro lado, como cada arista está bordeada por dos caras, al contar el número de aristas tendremos n • C = 2A; y como cada arista tiene dos vértices, será r • V = 2A. Si usamos estas fórmulas, la Ecuación 1 se convierte en
1/r + 1/n = 1/A + 1/2,
que nos da, en cada caso, el valor correcto de A, y a partir de ahí los de V y C. Con esto queda probado que no hay más poliedros regulares.
En Matemáticas, estos poliedros están relacionados con la teoría de grupos, por sus simetrías; con la teoría de grafos, ya que se obtiene un grafo proyectando sus aristas sobre el plano de una de sus caras; y, sobre todo, con la Topología, pues la comprensión profunda de la Ecuación 1 llevó a Poincaré (1854-1912) al impulso de esta nueva especialidad, cuando introdujo las nociones de homotopía y homología.
La Ecuación 1 se cumple también para los poliedros semi-regulares, por ejemplo los sólidos platónicos con las esquinas truncadas (Figura 4), ya estudiados por Arquímedes (287 a. C.-212 a. C.); y para los prismas y antiprismas, donde las caras son polígonos regulares, pero de dos tipos diferentes.
También se cumple para algunos poliedros regulares no convexos, como el poliedro estrellado, de la Figura 3, que es una ilustración de Leonardo da Vinci (1452-1519) para el libro Divina proportione, de Luca Pacioli (1445–1517). Este poliedro es una “estelación” del icosidodecaedro y tiene V = 62, A = 180 y C = 120 triángulos.


Fig. 3. Poliedro estrellado. 
(Crédito: Leonardo da Vinci [Public domain]


Desde el punto de vista topológico, lo esencial de un poliedro es que sus caras forman una superficie cerrada, es decir, limitada y sin borde. Las aristas son así líneas dibujadas en la superficie, que se cortan en los vértices. En la parte derecha de la Figura 4 queda claro que un poliedro es, esencialmente, una esfera, con una cierta descomposición de su superficie en regiones. Como veremos a continuación, esta idea es crucial para la demostración de la Ecuación 1.


Fig. 4. Icosaedro truncado

(Crédito: AaronRotenberg [CC BY-SA 4.0]




Esta ecuación, enunciada por Euler (1707-1783) [4], tiene muchas demostraciones diferentes. Coxeter (1907-2003) dio en [5] la siguiente: recorramos las aristas del poliedro de modo que pasemos una sola vez por cada uno de los V vértices. De este modo tendremos un “árbol” que tiene V - 1 ramas, que son las aristas recorridas (en la Figura 5 algunas aristas están repetidas). Cada arista que falta en el árbol limita dos caras y por tanto podemos dibujar un camino que conecte los C centros de las caras. Este camino es conexo, es decir, puede llegarse de una cara a cualquier otra, ya que en caso contrario habría dos caras separadas por un circuito cerrado del árbol, pero por definición un árbol no tiene circuitos. Por otra parte, nuestro camino tampoco puede tener circuitos, ya que separaría la superficie en dos partes, con algunos vértices del primer árbol en cada una de ellas, lo que no puede ser. Así, el segundo camino también es un árbol, y tiene C - 1 ramas. Ahora bien, cada arista del poliedro es una rama de alguno de los dos árboles, de modo que
(V - 1) + (C - 1) = A,
que es la fórmula de Euler.


Fig.5. Demostración de la fórmula de Euler 
(Crédito: Pixelmaniacpictures (Leave a reply) [Publicdomain] y elaboración propia. 


La propiedad esencial que se usa en la prueba anterior, puesta en valor por Poincaré [6], es que, en una esfera y por tanto en todos los poliedros que estamos considerando, cualquier curva cerrada simple trazada en ella la desconectará. Se dice que la esfera es “simplemente conexa’’, o, lo que es lo mismo, que tiene “género cero”. Dicho de manera más vaga, la esfera no tiene “asas”.
En cambio, un toro (Figura 6) tiene un asa, es decir, su género es g = 1. Para un poliedro trazado en una superficie de género g, la “fórmula de Euler-Poincaré” nos dará
V – A + C = 2 - 2g.


Fig. 6. Poliedro toroidal.

(Crédito: Dr. Ozan Yarman [CC BY-NC-SA 3.0] 
Estas ideas llevaron, a principios del siglo XX, a la clasificación de todas las superficies, y más recientemente a la generalización, por Perelman (1966-), de esta clasificación a otras dimensiones [7].
En el Cosmos original de Carl Sagan, los sólidos platónicos aparecen dos veces: cuando cuenta las ideas de los antiguos griegos sobre los elementos; y cuando comenta la teoría de Kepler (1571-1630) sobre las órbitas de los planetas. El mérito de estas especulaciones fue establecer el principio de que es posible explicar el universo mediante modelos matemáticos. Siglos después, el objetivo de las Matemáticas sigue siendo imaginar, a partir de métodos geométricos y topológicos como los que hemos visto, todos los mundos teóricos posibles y descartar después los que no se ajustan a las leyes de la astrofísica.

Referencias:
[1] S. Álvarez , Polyhedra in (inorganic) chemistry, Dalton Trans. 2209-2233 (2005), https://www.doi.org/10.1039/b503582c
[2] M. Mallo Zurdo, Sistemas radiolarios. Geometrías y arquitecturas derivadas. Tesis doctoral. Universidad Politécnica de Madrid, 2015.
[4] L. Euler, Elementa doctrinae solidorum, Euler Archive – Obras completas. E230 (1758). https://scholarlycommons.pacific.edu/euler-works/230
[5]H.S.M. Coxeter, Regular polytopes. Methuen & Co. Ltd. London, 1948.
[6] H. Poincaré, Sur la généralisation d’un théorème d’Euler relatif aux polyèdres. Comptes Rendus Acad.Sci., t. 117, p. 144-145 (17 juillet 1893). http://analysis-situs.math.cnrs.fr/
[7] Virtual and manipulative geometrical and topological games, Juegos Topológicos del Mago Moebius. https://topologia.wordpress.com/2009/03/04/la-conjetura-de-poincare/

Bibliografía:
(1) Henar Lanza González. Matemática y física en el Timeo de Platón. Poliedros regulares y elementos naturales. Praxis Filosófica Nueva serie, No. 40, enero-junio 2015: 85 – 112.
(2) Marjorie Senechal Editor. Shaping Space: Exploring Polyhedra in Nature, Art, and the Geometrical Imagination. Springer,  2013.
(3) J. R. Weeks. The shape of space, Second Edition, Marcel Dekker, 2002.
(4) E. Cabezas Rivas y V. Miquel Molina. Demostración de Hamilton-Perelman de las conjeturas de Poincaré y Thurston, La Gaceta de la RSME, Vol. 9.1 (2006), 15–42.

Enrique Macías Virgós.
Doctor en Matemáticas.
Catedrático de Geometría y Topología, Departamento de Matemáticas, Universidad de Santiago de Compostela.


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