La eterna danza en la
historia del Universo.
El filo de la eternidad.
En su influyente libro Cosmos hace cuatro décadas,
Carl Sagan nos describe, en su inconfundible manera apasionada, el origen del
Universo como fruto de una explosión cataclísmica, el famoso Big Bang. El razonamiento para deducir
que dicha explosión realmente sucedió es el defendido por los cosmólogos del
siglo XX: el corrimiento hacia el rojo observado de manera abrumadora indica la
expansión del Universo, de modo que, si "rebobinamos la película hacia
atrás", en algún instante pasado toda la materia del Universo tuvo que
concentrarse en una región de tamaño nulo. Y ese instante se asocia con el
momento del Big Bang. Además, se puede añadir otro hecho que parece corroborar
el análisis, a saber, la existencia de la radiación cósmica de microondas, cuya
temperatura permanece constante independientemente de la dirección en la que
apuntemos los telescopios. Si en un instante toda la materia estuvo unida,
compartiendo temperatura, es natural suponer que la evolución posterior del
Universo mantenga la misma temperatura, en un instante dado, para todas las
regiones (únicamente que el valor concreto de la temperatura disminuye por la
expansión).
Brevemente,
éstos son los dos motivos por los que la mayoría de los cosmólogos en tiempos
de Sagan consideraba que el Big Bang es un hecho, y no simplemente una
hipótesis compatible con las observaciones. Cuarenta años después,
probablemente la mayoría siga compartiendo la idea, pero ahora ya tenemos
muchas voces críticas. Aunque hay variantes, el razonamiento que subyace la crítica
al Big Bang es el siguiente: cuando "rebobinamos la película hacia
atrás", damos por hecho que la física clásica (en concreto, la relatividad
general de Einstein) domina la descripción del Universo indefinidamente,
incluso cuando alcanza tamaños de escala molecular/atómica. Sin embargo,
sabemos desde inicios del siglo XX (es decir, ¡incluso antes del desarrollo de la teoría del Big Bang!) que las escalas
molecular y atómica ya no pertenecen al dominio clásico, sino al cuántico. Por
tanto, resulta algo incoherente seguir usando la física clásica en la
descripción del Universo cuando éste ha alcanzado escalas propias de la física
cuántica. Hoy día, varios grupos de investigación estudian cómo la
incorporación de la física cuántica modifica la historia convencional: el
resultado común es que los efectos cuánticos generan un Big Bounce (Gran Rebote) de forma que el tamaño del Universo nunca
llega a cero, sino que alcanza un tamaño mínimo y, a partir de ahí, empieza a
expandirse de nuevo. Resaltar que la evidencia observacional actual es
compatible con ambos modelos: en la
película hacia atrás, hay un instante anterior al cual no tenemos evidencia
observacional de nada. Pues bien, los efectos cuánticos son relevantes antes
(de hecho, ¡mucho antes!) de dicho instante. Por tanto, aunque hasta este
instante la descripción convencional con el Big Bang y la que introduce el Big
Bounce son diferentes, ambas coinciden a partir de tal instante, así que ambas
predicen correctamente la estructura del Universo para la cual sí tenemos
evidencia observacional. Ahora bien, con el desarrollo de métodos cada vez más
precisos, se espera que se manifiesten discrepancias con la teoría del Big
Bang, ya que ésta, por muy exitosa que haya sido hasta la fecha, no deja de ser
una teoría clásica. Actualmente, existe un esfuerzo experimental por todo el
mundo para tratar de detectar la más mínima evidencia a favor de escenarios
alternativos al Big Bang. Si uno toma en serio la idea del Big Bounce, de
repente se abre un abanico de posibilidades para la historia del Universo. Para
empezar, ya no se puede hablar del origen
del Universo, ya que no está claro si el Big Bounce es único: sólo sabemos que
este fenómeno marca la transición entre una fase de contracción y una posterior
de expansión (que puede ser la nuestra actualmente). En principio, nada prohíbe
una concatenación eterna de fases de expansión y contracción. Ésta es la idea
de los llamados Universos oscilantes.
El propio Sagan ya mencionaba este
sinfín de ciclos cósmicos, pero lo hacía en el contexto de distintas
mitologías. Cuatro décadas después, son muchos los cosmólogos que proponen el
modelo oscilante para la descripción de la evolución del Universo.
Desgraciadamente,
la idea de los Universos oscilantes no deja de ser una hipótesis, muy
razonable, pero una hipótesis. Como ya hemos dicho, la tecnología actual no es
capaz de detectar los momentos justo después del supuesto Big Bounce (ni del
Big Bang). ¡Mucho menos observar lo que pasó antes de tal Big Bounce! En principio, para tener evidencia de la
existencia de una fase antes del Big Bounce, no es necesario observar tal fase
directamente (suponiendo que eso sea posible incluso con la tecnología de un
futuro bien lejano), sino detectar efectos justo después del Big Bounce cuya
explicación sea compatible con la existencia de una fase previa (si la
explicación no es única, entonces sería un indicio, no una prueba irrefutable).
En este sentido, hay modelos que suponen que la transición entre fases de
contracción y expansión tiene lugar en la transición entre agujeros negros y
blancos. Recordemos que un agujero negro1 es una región del Universo
donde el espacio se curva de manera tan intensa que el agujero tiene una
profundidad infinita, cuyo fondo es una región de tamaño nulo (singularidad),
de modo que cualquier cosa que "caiga" en él se pierde para siempre.
De manera algo coloquial, un agujero negro es un sumidero donde se destruye
parte del Universo. Pues bien, un agujero blanco es lo contrario, una especie
de fuente de la que emanan materia y radiación nuevas. Según algunos modelos de
gravedad cuántica, un agujero negro y otro blanco pueden estar conectados por
un agujero de gusano, algo así como un túnel conectando regiones del Universo,
de modo que lo que cae en el agujero negro por un lado sale por el agujero
blanco por el otro extremo [1, 2]. Así, por ejemplo, si algún agujero negro, de
los que se piensa que se hallan en el centro de muchas galaxias, está conectado
mediante un agujero de gusano a un agujero blanco, tenemos destrucción de
materia y radiación por un extremo y creación por el otro. Yendo al caso
cósmico extremo, estos modelos sugieren que en su fase de contracción el
Universo acaba en un agujero negro, atraviesa un agujero de gusano y renace por
el extremo del agujero blanco, dando lugar a una nueva fase de expansión. En
principio, este ciclo puede ser eterno. Los mitos de los ciclos de creación y
destrucción cósmica que narraba Sagan han pasado al campo de la cosmología,
aunque, insistimos, de momento no son más que predicciones teóricas.
Aparte
de los Universos oscilantes, existe otro tipo de modelos teóricos alternativos
a la teoría convencional del Big Bang. La idea es la siguiente: hemos dicho que
resulta algo incoherente describir toda la evolución del Universo,
independientemente de su tamaño, según una teoría clásica como la relatividad
general de Einstein, y que la introducción de efectos cuánticos sustituye el
Big Bang por el Big Bounce. Pues bien, el punto de partida de este segundo tipo
de modelos es eliminar el Big Bang dentro de la física clásica, sin necesidad
de incorporar descripción cuántica alguna. Para ello, consideran que la
gravedad clásica y, por tanto, la cosmología, se describe mejor según una
variante de la relatividad general. Sin entrar en detalles, lo importante es
que esta reformulación ya no predice Big Bang alguno, sino que se puede
transitar por la región donde la relatividad general identificaría tal Big Bang2.
Lo más curioso de este nuevo enfoque es la predicción de que esta región de
transición equivale a una imagen especular de dos Universos enfrentados: hacia
un lado de este "espejo cósmico", el derecho, por ejemplo, tenemos un Universo tal como conocemos,
con su flecha del tiempo yendo en el
sentido de mayor complejidad (formación de galaxias, etc.), de acuerdo con la
experiencia de los habitantes de dicho Universo (nosotros, digamos); por el
contrario, hacia el otro lado del espejo cósmico, el izquierdo, tenemos un
Universo cuya flecha del tiempo apunta hacia la izquierda del espejo, pero los
habitantes de dicho Universo experimentan dicha flecha igual que sus vecinos
especulares, es decir, en el sentido de mayor complejidad para ellos. En otras palabras, desde el punto de vista de un
habitante de cualquiera de los Universos a uno u otro lado del espejo cósmico,
la experiencia de la flecha del tiempo coincide con el aumento de complejidad
del Universo de dicho habitante. Los autores de este modelo, evocando la
mitología griega, han acuñado el término de punto
de Jano, en honor del dios griego de dos caras enfrentadas, cada una
perdiendo su vista en el infinito.
Ilustración de un Universo espejo: desde el punto de Jano emergen dos universos, cada uno con su flecha del tiempo correspondiente, editada por el autor del texto.
Eduemoni, Wikimedia Commons. https://commons.m.wikimedia.org/wiki/File:Universe_Antiuniverse_model.png
Cabe
reseñar que es concebible un modelo híbrido entre los dos tipos de modelos
alternativos al Big Bang convencional: a cada lado del punto de Jano puede
haber Universos oscilantes en un ciclo eterno de contracción y expansión, donde
los sucesivos puntos de Jano vayan evolucionando, generando Universos espejo a
cada lado, con leyes diferentes a las de sus antecesores.
¡Seguro
que la investigación ya en marcha, tanto teórica como observacional, nos
deparará grandes sorpresas, tanto o más revolucionarias que las que se llevaría
Carl Sagan si siguiese entre nosotros!
Notas:
1 Esta descripción de un agujero negro es según la
relatividad general de Einstein, una teoría clásica. Si se considera la materia
de forma cuántica, pero la gravedad aún de modo clásico, teóricamente es
posible para la luz escapar de las inmediaciones del agujero negro (radiación
de Hawking). Las transiciones entre agujeros blancos y negros requieren que
tanto la materia como la gravedad se describan de manera cuántica.
2 No es posible entrar en detalles, pero quisiéramos
enfatizar que tal transición por la región donde la relatividad general predice
el Big Bang no se realiza a través de
ningún agujero de gusano (caso de los Universos oscilantes). La clave estriba
en una nueva lectura del concepto de "escala/tamaño" del Universo
completo, de modo que las ecuaciones ya no predicen soluciones de curvatura
infinita (tanto el Big Bang como la singularidad en el interior de un agujero
negro son ejemplos de regiones con curvatura infinita).
Referencias:
[1] A. Retter and S.
Heller, 2012, The revival of white holes
as small bangs, New Astron. 17,
73
https://doi.org/10.1016/j.newast.2011.07.003 [arXiv:1105.2776v2 [physics.gen-ph]].
[2] C. Rovelli, 2018, Viewpoint: Black Hole Evolution Traced Out
with Loop Quantum Gravity, Physics, 11,
127 [arXiv:1901.04732v1 [gr-qc]].
[3] J. Barbour, T. Koslowski
and F. Mercati, 2014, Identification of a
gravitational arrow of time, Phys. Rev. Lett. 113, 181101 https://doi.org/10.1103/PhysRevLett.113.181101 [arXiv:1409.0917 [gr-qc]].
[4] T. Koslowski, F.
Mercati and D. Sloan, 2018, Through the
big bang: Continuing Einstein's equations beyond a cosmological singularity,
Phys. Lett. B, 778, 339 https://doi.org/10.1016/j.physletb.2018.01.055 [arXiv:1607.02460v2 [gr-qc]].
Bibliografía:
(1) P. J. Steinhardt,
N. Turok, 2007, Endless Universe, New
York, Doubleday.
(2) R. Penrose, 2010, Cycles of Time: an extraordinary new view of
the universe, London, The Bodley Head.
(3) J. Barbour, 2020, The Janus Point: A New Theory of Time, New York, Vintage Digital.
Pedro Naranjo Pérez.
Doctor
en Física Teórica.
Investigador científico,
International Centre for Formal Ontology, Varsovia.
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