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martes, 23 de junio de 2020

Del Cosmos de Humboldt al Cosmos de Sagan - Jorge Olcina Cantos

15.1 Epílogo
Del Cosmos de Humboldt al Cosmos de Sagan.
Dos obras básicas para la comprensión de la Tierra y el Espacio.





“Nos hemos ido alejando cada vez más del Cosmos, hasta parecernos algo remoto y sin consecuencias importantes para nuestras preocupaciones de cada día. Pero la ciencia no solo ha descubierto que el universo tiene una grandeza que inspira vértigo y éxtasis, una grandeza accesible a la comprensión humana, sino también que nosotros formamos parte, en sentido real y profundo, de este Cosmos, que nacimos en él y que nuestro destino depende íntimamente de él.”
Carl Sagan, Cosmos, 1980

“Mi ensayo sobre el Cosmos es la contemplación del Universo, fundada en un empirismo razonado; es decir, sobre el conjunto de hechos registrados por la ciencia y sometidos a las operaciones del entendimiento que compara y combina. La unidad que yo trato de fijar en el desarrollo de los grandes fenómenos del Universo es la que ofrecen las composiciones históricas....Ensanchando los límites de la física del Globo, reuniendo bajo un mismo punto de vista los fenómenos que presenta la Tierra con los que abarcan los espacios celestes, llégase a la ciencia del Cosmos, es decir, que se convierte la física del globo en una física del mundo.”
Humboldt, Cosmos, 1845


En 1845 Alexander von Humboldt plasma su idea de reunir en una obra magna los conocimientos existentes sobre la Tierra en el universo, en una obra que vería su primer tomo editado en esa fecha: el Cosmos. Casi siglo y medio después, Carl Sagan publicaba su Cosmos, resultado de su serie documental de divulgación científica (1980) de enorme éxito; una obra aparentemente diferente al trabajo del geógrafo alemán, pero con idéntica finalidad -la recopilación de conocimientos sobre el estado de las investigaciones de la Tierra en el Espacio- y con unos contenidos que, tras la lectura detallada de ambos trabajos, nos permiten comparar aspectos de la Física del Globo abordados en dos momentos importantes en la historia de la ciencia. Humboldt ha pasado a la historia de la ciencia como uno de los padres de la geografía, de la disciplina encargada del estudio de las relaciones entre el medio físico y los seres humanos, pero cuando se lee su Cosmos se comprueba que en esta obra se contiene, asimismo, una detallada síntesis de los conocimientos existentes en su época sobre la parte celeste de los fenómenos de la naturaleza (Libro I), del sistema solar, de los planetas y sus satélites, de los cometas, de la luz zodiacal y de los asteroides meteóricos (Libro III). Esto es, saberes de la parte no terrestre del Cosmos. Porque para el sabio alemán todo ello forma parte de la Física del mundo. El estudio de estas dos obras resulta fascinante, por su contenido y por las relaciones que se puede encontrar entre ambas; no en vano Sagan conocía la obra de Humboldt que cita en su libro y que define como “una gran obra de popularización de toda la ciencia” (cap. 13), una expresión que permite caracterizar, sin duda, al propio Cosmos del astrofísico estadounidense.

En el prólogo del Libro I, Humboldt aclara la intención que le llevó al emplear el término “Cosmos” para titular su obra, lo que da razón de la concepción integral del medio natural en el geógrafo alemán: “En mi obra, la palabra “Cosmos” está tomada como la prescriben el uso helénico, posterior a Pitágoras, y la definición muy exacta dada en el Tratado del mundo que falsamente se ha atribuido a Aristóteles: es el conjunto del Cielo y de la Tierra, la universalidad de las cosas que componen el mundo sensible”. Sagan, en su Cosmos, realiza un salto espacio-temporal a la hora de definir este concepto: “Cosmos es todo lo que es, lo que fue o lo que será alguna vez”. Se podría decir que el Cosmos de Humboldt es el estudio de la Tierra, morada del ser humano, en el Espacio. Al respecto Humboldt señala: “La ciencia que trato de definir tiene, por consiguiente, para el hombre, habitante de la tierra, dos partes distintas: la propiamente dicha, y los espacios celestes”. Por su parte, el Cosmos de Sagan es el estudio del Espacio como morada de la Tierra y del ser humano. Pero ambos coinciden en el empleo de la ciencia como método para comprender los hechos que se dan en el universo. Sagan afirma al respecto: “Cosmos es un intento ilusionado de difundir las alegrías de la ciencia”; con el Cosmos de Humboldt, las ciencias naturales y de la tierra, muy singularmente la geografía, adquirirán expresión científica: “La naturaleza es el todo animado por un soplo de vida. El resultado más importante de un estudio racional de la naturaleza es recoger la unidad y la armonía en esta inmensa acumulación de cosas y de fuerzas, abrazar con el mismo ardor lo que es consecuencia de los descubrimientos de los siglos pasados y lo que se debe a las investigaciones de los tiempos en que vivimos”.

El Cosmos de Humboldt es una obra de madurez, encierra las esencias del otoño del polímata alemán, que había dedicado su intensa vida a formarse, conocer nuevas tierras en Europa y fuera de ella, y a aplicar sus conocimientos y método de trabajo en la explicación de los hechos geográficos que va encontrando a lo largo de sus viajes. En el prefacio del Cosmos, Humboldt confiesa el porqué de su factura: “Próxima a su fin mi existencia, ofrezco a mis compatriotas una obra que ocupa mi pensamiento hace ya medio siglo”. Es una obra científica y de reflexión sobre las interrelaciones entre los fenómenos del universo, a modo de conclusión del trabajo científico realizado a lo largo de su vida. El Cosmos de Sagan está escrito en la plenitud creativa de su madurez, como respuesta al escaso interés que, según el autor, mostraban los medios de comunicación de entonces por las cuestiones científicas: “yo sabía positivamente, por experiencia propia, que existe un enorme interés global por la exploración de los planetas y por muchos temas científicos relacionados con ella: el origen de la vida, la Tierra y el Cosmos, la búsqueda de inteligencias extraterrestre, nuestra conexión con el universo”. Y el resultado fue todo un éxito, tanto en la serie documental televisiva como en el libro que le acompañó.

La idea de publicar el Cosmos, por parte de Humboldt se remonta a las diversas conferencias sobre aspectos de la física del mundo que comenzó a dictar entre 1825 y 1828 en París y Berlín (Kosmos-Lectures). Debido al éxito de las conferencias y la asistencia de una cantidad considerable de público general a estas, no tardaron en aparecer las propuestas editoriales. Finalmente, en 1828 se firma un contrato con Johann Friedrich Cotta en donde se acuerda publicar no tan solo el Cosmos, sino que también el conjunto de conferencias que dicto Humboldt en París y Berlín. Pero no será hasta seis años después de la última conferencia impartida en Berlín, en 1834, cuando Humboldt sintió que estaba listo para empezar a preparar la publicación, y sus borradores crecieron y crecieron. El primer tomo de Cosmos se publicó en 1845, cuya primera edición se agotó en apenas dos meses. Los cinco libros del Cosmos fueron diseñados, en sus contenidos, por el propio Humboldt y publicado entre 1845 y hasta 1862, cuando se edita el quinto y último tomo de forma póstuma. Sagan vivió, por el contrario al geógrafo alemán, el éxito de su Cosmos, tanto por la enorme audiencia televisiva conseguida en todo el mundo (140 millones de personas, según indica en la introducción del libro), como por las repetidas ediciones del libro que se tradujo a múltiples idiomas (en 1982, la editorial Planeta lo editaría en castellano).

En la redacción del CosmosHumboldt se asemeja en su proceder a muchos otros intelectuales como algunos cronistas de Indias de los siglos XVI y XVII o a ilustrados franceses como Voltaire. Humboldt, como ellos y muchos otros, echó mano no solo de una amplia diversidad de fuentes, sino que sus textos surgen gracias al intercambio con otros intelectuales, al diálogo con otras disciplinas y al trabajo de las múltiples manos que se encargaron de transcribir, ordenar, clasificar y medir las decenas de notas, muestras y mediciones recopiladas en sus viajes científicos. El conocimiento propio y la documentación con trabajos de otros autores es, también, el que sigue Carl Sagan en su libro, como indica en la introducción.

Humboldt participa de la concepción del proyecto científico decimonónico con sus dos principios generales: la asunción de la Historia como patrón del orden temporal de las cosas y la conciencia epistemológica del ser humano como asunción de una nueva positividad que se refiere a las relaciones entre naturaleza y naturaleza humana. Estas ideas, que se van fraguando durante sus años de formación académica, en los años finales del s. XVIII, serán mejoradas por las aportaciones propias de Humboldt y su apuesta por la observación directa y el análisis de datos. De este modo, se convierten en un ideario sin vuelta atrás para la ciencia positiva. Humboldt aúna una formación ilustrada, la incorporación del sentimiento a la razón –propio del romanticismo alemán-, y la aceptación evidente del positivismo como guía para el desarrollo de una disciplina que se pretende científica. De hecho, Humboldt aportará en su Cosmos, un  esquema  nuevo, científico, para el conocimiento de la Tierra que debía contener, por este orden: 1) la descripción de las formas de la superficie terrestre incluyendo su determinación en la red de triangulaciones de la Tierra (morfografía), 2) el magnetismo terrestre, 3)  la descripción climática, 4) el estudio de los ríos, lagos y mares con todas sus características físicas (medición de las corrientes, perfiles, extensión, etc.), esto es, lo que compone la parte hidrográfica del medio natural, 5) la geografía vegetal, sin olvidar el papel del ser humano en la distribución de las especies, 6)  la geografía zoológica, si bien este campo no sería tan cultivado por Humboldt como el anterior, y 7) la etnología, o estudio del comportamiento y de las relaciones del ser humano con su entorno. Este esquema, sin que faltasen críticas, fue aplicado por diversos geógrafos alemanes a partir de los años veinte del siglo XIX. Humboldt entiende que el desarrollo de este esquema es el que posibilita la comprensión integral de los hechos geográficos en un medio. Es el esquema de lo que Varenio, en el siglo XVII, había denominado Geografía General, y  que Humboldt caracterizó como Geografía Física, pero que integraba el componente humano como parte fundamental del análisis y descripción de un territorio. En este sentido, Humboldt se denominaba frecuentemente “physicien”, esto es, naturalista en el sentido de geógrafo integral. El Cosmos de Sagan, pese a la impresión generalizada que se tiene de su obra de ser un libro básicamente de astronomía, aborda  a través de las páginas de sus trece capítulos aspectos de historia de la ciencia y la interpretación de fenómenos astronómicos, de los hitos alcanzados por los griegos para el conocimiento de la física del globo (Eratóstenes, los filósofos jónicos) y su representación cartográfica (Ptolomeo), de las interpretaciones sobre la creación por parte de distintas creencias religiosas, de la importancia del conocimiento recogido en los libros y las bibliotecas (biblioteca de Alejandría), del choque de civilizaciones en el descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo, de la evolución del ser humano desde la prehistoria; de la importancia de la ciencia y la necesidad de su promoción como medio para la mejora de la civilización.



Detalle de la 1ª edición en alemán del Cosmos de A. von Humboldt, editado en Stuttgart y Tübingen en 1845, por el prestigioso impresor de la época J. G. Cotta. La obra se compondría, finalmente, de seis volúmenes, que se publicarían sin periodicidad fija hasta el año 1862. La obra de Humboldt tuvo una repercusión fundamental para la consolidación de las ciencias de la Tierra y de la naturaleza en la segunda mitad del siglo XIX.


Desde la publicación del Cosmos de Humboldt hasta la aparición del Cosmos de Sagan, la ciencia dará un salto exponencial mejorando sus métodos e instrumental. En el caso de las ciencias de la Tierra y el Espacio esto es especialmente notable: telescopios, cohetes, satélites, radares, ordenadores y esto se percibe, de forma evidente, en las páginas del trabajo de Sagan. Pero Humboldt incluiría en su obra, esencialmente en el Libro III del Cosmos, aspectos de gran utilidad para el avance posterior de las ciencias del Espacio –lo que él denomina estudio de la “uranología”- como la relación de las órbitas de las estrellas nobles y los elementos integrantes del Sistema Solar conocidos a fines de la primera mitad del siglo XIX: “Veintidos planetas principales, de ellos ocho principales y catorce pequeños llamados también asteroides, veintiún satélites y ciento noventa y siete cometas cuya órbita está calculada”. Humboldt deja la puerta abierta a otros fenómenos y elementos del Espacio que puedan formar parte en su época histórica o posteriormente del Sistema Solar: “Probablemente el Sistema Solar contiene también la luz zodiacal... y numerosos observadores opinan que deben añadirse a esta relación los enjambres de asteroides meteóricos que cortan la órbita de la Tierra”. Como gran novedad astronómica en la época de Humboldt, se destaca en el Cosmos el descubrimiento de Urano (1781) y el anuncio de la existencia de Neptuno por Le Verrier, comprobada posteriormente por Galle, en 1846. Humboldt incluye en su obra, también, la relación de manchas solares observadas entre 1826 y 1850, las fechas clave del descubrimiento de los planetas, entre el siglo XVII y XIX, los datos de volumen y distancia a la Tierra y al Sol de los mismos, las características de la Luna como cuerpo satelital de la Tierra, los rasgos principales de los cometas y de la luz zodiacal, las leyes que explican el movimiento de los astros. Como sabemos la relación de cuerpos siderales sería modificada y mejorada especialmente desde la segunda mitad del siglo XX, así como los principios físicos que explican los fenómenos siderales,  pero el estudio de Humboldt tiene el valor de ser un inventario preciso de los conocimientos existentes en el tiempo del erudito alemán. Pese a las novedades y experimentos espaciales que relata con detalle en su Cosmos el astrofísico estadounidense, Sagan reconoce, por ejemplo, a Humboldt como impulsor de la idea de que los aerolitos y los meteoritos son restos de cometas (Sagan, 1980; cap. 13). Humboldt es consciente de que el conocimiento del espacio en su época, a pesar de los avances experimentados, está en un estado incipiente y que en su Cosmos solo incluiría aquello que estaba totalmente demostrado por la ciencia: “Lo que no puede fijarse como posible debe quedar fuera de una descripción física del mundo: no está permitido a la ciencia el perderse en las regiones nebulosas de las fantasías cosmológicas”. Este es su gran acierto, como el de Sagan, la apuesta por la ciencia como criterio de selección, descripción y explicación de los aspectos analizados en sus obras.

Por último, un aspecto curioso es el tratamiento del clima terrestre y, en concreto del cambio climático, cuestión de gran importancia en la actualidad, en las obras de Humboldt y Sagan. El cambio climático que ambos señalan es el ocasionado por el ser humano pero por alteraciones del medio natural terrestre (deforestación, desecación de lagunas). Se indica, por tanto, la mano del ser humano en las alteraciones que experimenta el clima en sus épocas. Al respecto, Sagan señala: “Hay un factor adicional que puede alterar el paisaje y el clima de la Tierra: la vida inteligente, capaz de realizar cambios ambientales a gran escala”. Resulta curioso que Sagan indica la posibilidad de que la Tierra se acerque a una nueva era glaciar, aunque recordemos que el descenso de temperaturas que experimento nuestro planeta en los años sesenta y setenta del pasado siglo hizo pensar a muchos investigadores del clima esa posibilidad. A este respecto indica “durante cientos de miles de años los seres humanos han estado quemando y talando los bosques, y llevando a los animales domésticos a pastar y a destruir las praderas. La agricultura intensiva, la deforestación industrial de los trópicos y el exceso de pastoreo son hoy desenfrenados. Pero los bosques son más oscuros que las praderas, y las praderas lo son más que los desiertos. Como consecuencia, la cantidad de luz solar absorbida por el suelo ha ido disminuyendo y los cambios en la utilización del suelo han hecho bajar la temperatura de la superficie de nuestro planeta. Es posible que este enfriamiento aumente el tamaño del casquete de hielo polar, el cual con su brillo reflejará aún más la luz solar desde la Tierra, enfriando aun más el planeta y disparando un efecto de albedo”. Hoy sabemos que este proceso no ha ocurrido, sino todo lo contrario. El calentamiento planetario que se registra desde los años ochenta del pasado siglo, de origen antrópico ha alterado el balance energético planetario favoreciendo un forzamiento radiativo que está incrementando las temperaturas de la baja troposfera de forma continuada, dando al traste, pues,  con esa hipótesis de enfriamiento que apuntaba Sagan. En ninguna de las dos obras se hace mención explícita a este proceso actual de calentamiento ocasionado por la emisión de gases de efecto invernadero por parte del ser humano. Esto es comprensible en el caso del Cosmos de Humboldt, que se escribe en un contexto climático (final de la Pequeña Edad del Hielo) totalmente diferente al actual. Pero sorprende en el Cosmos de Sagan (cap. 4) puesto que, aunque a comienzos de los años ochenta del pasado siglo la actual hipótesis de efecto invernadero de causa antrópica aún no se había lanzado al mundo científico, se disponían ya de algunos trabajos que hablaban del problema climático de la Tierra por acumulación de dióxido de carbono; proceso que, como es notable, ha cobrado enorme protagonismo científico y social en los años siguientes. Sagan, no obstante, esboza la cuestión y señala: “las principales fuentes de energía de nuestra actual civilización industrial son los llamados carburantes fósiles. Utilizamos como combustible madera, petróleo, carbón y gas natural, y en el proceso se liberan al aire gases de desecho, principalmente CO2. En consecuencia el dióxido de carbono contenido en la Tierra está aumentando de modo espectacular. La posibilidad de que se dispare el efecto invernadero sugiere que tenemos que ir con cuidado: incluso un aumento de uno o dos grados en la temperatura global podría tener consecuencias catastróficas”. Y apunta, con enorme clarividencia, “nuestro encantado planeta azul, la Tierra, es el único hogar que conocemos. Venus es demasiado caliente, Marte es demasiado frío. Pero la Tierra está en el punto justo, y es un paraíso para los humanos. Fue aquí, al fin y al cabo, donde evolucionamos. Pero nuestro agradable clima puede ser inestable. Estamos perturbando nuestro propio planeta de un modo serio y contradictorio. ¿Existe el peligro de empujar el ambiente de la Tierra hacia el infierno planetario de Venus o la eterna era glacial de Marte? La respuesta sencilla es que nadie lo sabe. El estudio del clima global, la comparación de la Tierra con otros mundos, son materias que están en sus primeras bases de desarrollo”. Si que menciona Sagan en su Cosmos el problema, incipiente en la literatura científica a inicios de los años ochenta, de la destrucción de la “capa de ozono por los gases propulsores fluorocarbónicos de los botes de spray con aerosol” y señala los efectos negativos que ello tendría en los seres vivos de nuestro planeta: “Este aumento en el flujo ultravioleta... producirá cáncer de la piel, preferentemente en personas de piel clara. Y algo más importante: afectará la ecología de nuestro planeta de un modo desconocido”. Como sabemos, en 1987, el protocolo de Montreal prohibiría la fabricación y utilización de los conocidos CFCs, favoreciendo el actual proceso de recuperación de la capa de ozono de la estratosfera.

En el mundo actual, donde lo mediático ha cobrado protagonismo de fuerza civilizadora, el término “Cosmos” ha pasado a ser, merecidamente, sinónimo de la obra (serie de televisión y libro) de Carl Sagan en el imaginario colectivo de la humanidad, porque acercó con inteligencia la dificultad de las ciencias del Espacio y de la Tierra al gran público y ha recibido una justa respuesta de recuerdo y agradecimiento. Casi siglo y medio antes, Alexander von Humboldt había comenzado a publicar su Cosmos, asimismo una obra de sentido universal que pretendía acercar a un público numeroso los conocimientos de la Física del Globo existentes en su época y que desde entonces se convirtió en un trabajo de referencia para muchas disciplinas científicas, mereciendo ediciones constantes y traducciones a múltiples idiomas.

Ambos Cosmos tienen el valor de ser síntesis documentada, de base científica, de los conocimientos sobre la Tierra y el Espacio existentes en sus épocas. Ambas obras tienen la finalidad de desentrañar y mostrar a un gran público los saberes de numerosos fenómenos que ocurren en la naturaleza, en su amplio sentido. Ambas coinciden en el papel importante del ser humano como habitante y pieza principal del Cosmos. Algo más de siglo y medio separan su edición con sus numerosos y acelerados cambios en la ciencia cuyo resultado muestra el Cosmos de Sagan. Pero desde 1980 a la actualidad la rapidez de la mejora de las herramientas y métodos de trabajo científico, y de los procesos físico-naturales que se han manifestado desde entonces nos lleva a asegurar que si Carl Sagan pudiera ahora escribir un nuevo Cosmos su resultado supondría un salto en la descripción de la Tierra y del Espacio tan importante, en tan corto tiempo, como el que supuso su obra respecto a la elaborada a mediados del siglo XIX por el geógrafo alemán.


Bibliografía:
(1) Capel, H. (2012) Filosofía y Ciencia en la Geografía contemporánea. Barcelona, Ediciones del Serbal, 480 p.
(2) Gómez Mendoza, J.; Muñoz Jiménez, J. y Ortega Cantero, N. (1998) El pensamiento geográfico. (2ª ed.), Madrid, Alianza Universidad Textos, 545 p.
(3) Harstshorne, R. (1991). “El concepto de geografía como ciencia del espacio: de Kant y Humboldt a Hettner”, Documents d´Anàlis i Geogràfica, 18, Universitat Autònoma de Barcelona, p. 31-54.
(4) Humboldt, A.von (2011) Cosmos. Ensayo de una descripción física del mundo. (Edición e introducción de Sandra Rebok), Madrid, Los libros de la Catarata y Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 959 p. + 2 mapas.
(5) Sagan, C. (1982) Cosmos. Barcelona. Editorial Planeta, 366 p.
(6) Sloterdijk, P. (2019) En el mundo interior del capital. Para una teoría filosófica de la globalización. Madrid, Ed. Siruela, 332 p.
(7)Wulf, A. (2016) La invención de la naturaleza. El Nuevo Mundo de Alexander von Humboldt, Madrid, Ed. Taurus, 584 p.

Jorge Olcina Cantos.
Catedrático de Análisis Geográfico Regional.
Departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física,
Laboratorio de Climatología, Universidad de Alicante.


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