15.1 Epílogo
Del Cosmos de Humboldt al Cosmos de Sagan.
Dos obras básicas para
la comprensión de la Tierra y el Espacio.
“Nos hemos ido
alejando cada vez más del Cosmos, hasta parecernos algo remoto y sin
consecuencias importantes para nuestras preocupaciones de cada día. Pero la
ciencia no solo ha descubierto que el universo tiene una grandeza que inspira
vértigo y éxtasis, una grandeza accesible a la comprensión humana, sino también
que nosotros formamos parte, en sentido real y profundo, de este Cosmos, que
nacimos en él y que nuestro destino depende íntimamente de él.”
Carl Sagan, Cosmos, 1980
“Mi ensayo sobre el Cosmos es la contemplación del Universo,
fundada en un empirismo razonado; es decir, sobre el conjunto de hechos
registrados por la ciencia y sometidos a las operaciones del entendimiento que
compara y combina. La unidad que yo trato de fijar en el desarrollo de los
grandes fenómenos del Universo es la que ofrecen las composiciones
históricas....Ensanchando los límites de la física del Globo, reuniendo bajo un
mismo punto de vista los fenómenos que presenta la Tierra con los que abarcan
los espacios celestes, llégase a la ciencia del Cosmos, es decir, que se convierte la física del globo en una
física del mundo.”
Humboldt, Cosmos, 1845
En 1845 Alexander von
Humboldt plasma su idea de reunir en una obra magna los conocimientos
existentes sobre la Tierra en el universo, en una obra que vería su primer tomo
editado en esa fecha: el Cosmos. Casi
siglo y medio después, Carl Sagan publicaba su Cosmos, resultado de su serie documental de divulgación científica
(1980) de enorme éxito; una obra aparentemente diferente al trabajo del
geógrafo alemán, pero con idéntica finalidad -la recopilación de conocimientos
sobre el estado de las investigaciones de la Tierra en el Espacio- y con unos
contenidos que, tras la lectura detallada de ambos trabajos, nos permiten
comparar aspectos de la Física del Globo abordados en dos momentos importantes
en la historia de la ciencia. Humboldt ha pasado a la historia de la ciencia
como uno de los padres de la geografía, de la disciplina encargada del estudio
de las relaciones entre el medio físico y los seres humanos, pero cuando se lee
su Cosmos se comprueba que en esta
obra se contiene, asimismo, una detallada síntesis de los conocimientos
existentes en su época sobre la parte celeste de los fenómenos de la naturaleza
(Libro I), del sistema solar, de los planetas y sus satélites, de los cometas,
de la luz zodiacal y de los asteroides meteóricos (Libro III). Esto es, saberes
de la parte no terrestre del Cosmos. Porque para el sabio alemán todo ello
forma parte de la Física del mundo.
El estudio de estas dos obras resulta fascinante, por su contenido y por las
relaciones que se puede encontrar entre ambas; no en vano Sagan conocía la obra
de Humboldt que cita en su libro y que define como “una gran obra de
popularización de toda la ciencia” (cap. 13), una expresión que permite
caracterizar, sin duda, al propio Cosmos
del astrofísico estadounidense.
En el
prólogo del Libro I, Humboldt aclara la intención que le llevó al emplear el
término “Cosmos” para titular su obra, lo que da razón de la concepción
integral del medio natural en el geógrafo alemán: “En mi obra, la palabra
“Cosmos” está tomada como la prescriben el uso helénico, posterior a Pitágoras,
y la definición muy exacta dada en el Tratado
del mundo que falsamente se ha atribuido a
Aristóteles: es el conjunto del Cielo y de la Tierra, la universalidad de las
cosas que componen el mundo sensible”. Sagan, en su Cosmos, realiza
un salto espacio-temporal a la hora de definir este concepto: “Cosmos es todo
lo que es, lo que fue o lo que será alguna vez”. Se podría decir que el Cosmos de Humboldt es el estudio de la
Tierra, morada del ser humano, en el Espacio. Al respecto Humboldt señala: “La
ciencia que trato de definir tiene, por consiguiente, para el hombre, habitante
de la tierra, dos partes distintas: la propiamente dicha, y los espacios
celestes”. Por su parte, el Cosmos de
Sagan es el estudio del Espacio como morada de la Tierra y del ser humano. Pero
ambos coinciden en el empleo de la ciencia como método para comprender los
hechos que se dan en el universo. Sagan afirma al respecto: “Cosmos es un intento ilusionado de
difundir las alegrías de la ciencia”; con el Cosmos de Humboldt, las ciencias naturales y de la tierra, muy
singularmente la geografía, adquirirán expresión científica: “La naturaleza es
el todo animado por un soplo de vida. El resultado más importante de un estudio
racional de la naturaleza es recoger la unidad y la armonía en esta inmensa
acumulación de cosas y de fuerzas, abrazar con el mismo ardor lo que es
consecuencia de los descubrimientos de los siglos pasados y lo que se debe a
las investigaciones de los tiempos en que vivimos”.
El Cosmos de Humboldt es una obra de
madurez, encierra las esencias del otoño del polímata alemán, que había
dedicado su intensa vida a formarse, conocer nuevas tierras en Europa y fuera
de ella, y a aplicar sus conocimientos y método de trabajo en la explicación de
los hechos geográficos que va encontrando a lo largo de sus viajes. En el
prefacio del Cosmos, Humboldt
confiesa el porqué de su factura: “Próxima a su fin mi existencia, ofrezco a
mis compatriotas una obra que ocupa mi pensamiento hace ya medio siglo”. Es una
obra científica y de reflexión sobre las interrelaciones entre los fenómenos del
universo, a modo de conclusión del trabajo científico realizado a lo largo de
su vida. El Cosmos de Sagan está
escrito en la plenitud creativa de su madurez, como respuesta al escaso interés
que, según el autor, mostraban los medios de comunicación de entonces por las
cuestiones científicas: “yo sabía positivamente, por experiencia propia, que
existe un enorme interés global por la exploración de los planetas y por muchos
temas científicos relacionados con ella: el origen de la vida, la Tierra y el
Cosmos, la búsqueda de inteligencias extraterrestre, nuestra conexión con el
universo”. Y el resultado fue todo un éxito, tanto en la serie documental
televisiva como en el libro que le acompañó.
La idea de publicar el Cosmos,
por parte de Humboldt se remonta a las diversas conferencias sobre aspectos de
la física del mundo que comenzó a dictar entre 1825 y 1828 en París y Berlín (Kosmos-Lectures). Debido al éxito de las
conferencias y la asistencia de una cantidad considerable de público general a
estas, no tardaron en aparecer las propuestas editoriales. Finalmente, en 1828
se firma un contrato con Johann Friedrich Cotta en donde se acuerda publicar no
tan solo el Cosmos, sino que
también el conjunto de conferencias que dicto Humboldt en París y Berlín. Pero
no será hasta seis años después de la última conferencia impartida en Berlín,
en 1834, cuando Humboldt sintió que estaba listo para empezar a preparar la
publicación, y sus borradores crecieron y crecieron. El primer tomo de Cosmos se publicó en 1845, cuya primera
edición se agotó en apenas dos meses. Los cinco libros del Cosmos fueron diseñados, en sus contenidos,
por el propio Humboldt y
publicado entre 1845 y hasta 1862, cuando se edita el quinto y último tomo de
forma póstuma. Sagan vivió, por el contrario al geógrafo alemán, el éxito de su
Cosmos, tanto por la enorme audiencia
televisiva conseguida en todo el mundo (140 millones de personas, según indica
en la introducción del libro), como por las repetidas ediciones del libro que
se tradujo a múltiples idiomas (en 1982, la editorial Planeta lo editaría en
castellano).
En la
redacción del Cosmos, Humboldt se asemeja en su proceder a muchos otros intelectuales como
algunos cronistas de Indias de los siglos XVI y XVII o a ilustrados franceses
como Voltaire. Humboldt, como ellos y muchos otros, echó mano no solo de una
amplia diversidad de fuentes, sino que sus textos surgen gracias al intercambio
con otros intelectuales, al diálogo con otras disciplinas y al trabajo de las
múltiples manos que se encargaron de transcribir, ordenar, clasificar y medir
las decenas de notas, muestras y mediciones recopiladas en sus viajes
científicos. El conocimiento propio y la documentación con trabajos de otros
autores es, también, el que sigue Carl Sagan en su libro, como indica en la
introducción.
Humboldt
participa de la concepción del proyecto científico decimonónico con sus dos
principios generales: la asunción de la Historia como patrón del orden temporal
de las cosas y la conciencia epistemológica del ser humano como asunción de una
nueva positividad que se refiere a las relaciones entre naturaleza y naturaleza
humana. Estas ideas, que se van fraguando durante sus años de formación
académica, en los años finales del s. XVIII, serán mejoradas por las
aportaciones propias de Humboldt y su apuesta por la observación directa y el
análisis de datos. De este modo, se convierten en un ideario sin vuelta atrás
para la ciencia positiva. Humboldt aúna una formación ilustrada, la
incorporación del sentimiento a la razón –propio del romanticismo alemán-, y la
aceptación evidente del positivismo como guía para el desarrollo de una
disciplina que se pretende científica. De hecho, Humboldt aportará en su Cosmos, un esquema
nuevo, científico, para el conocimiento de la Tierra que debía contener,
por este orden: 1) la descripción de las formas de la superficie terrestre
incluyendo su determinación en la red de triangulaciones de la Tierra (morfografía),
2) el magnetismo terrestre, 3) la
descripción climática, 4) el estudio de los ríos, lagos y mares con todas sus
características físicas (medición de las corrientes, perfiles, extensión,
etc.), esto es, lo que compone la parte hidrográfica del medio natural, 5) la
geografía vegetal, sin olvidar el papel del ser humano en la distribución de
las especies, 6) la geografía zoológica,
si bien este campo no sería tan cultivado por Humboldt como el anterior, y 7)
la etnología, o estudio del comportamiento y de las relaciones del ser humano
con su entorno. Este esquema, sin que faltasen críticas, fue aplicado por
diversos geógrafos alemanes a partir de los años veinte del siglo XIX. Humboldt
entiende que el desarrollo de este esquema es el que posibilita la comprensión
integral de los hechos geográficos en un medio. Es el esquema de lo que
Varenio, en el siglo XVII, había denominado Geografía General, y que Humboldt caracterizó como Geografía
Física, pero que integraba el componente humano como parte fundamental del
análisis y descripción de un territorio. En este sentido, Humboldt se
denominaba frecuentemente “physicien”, esto es, naturalista en el sentido de
geógrafo integral. El Cosmos de
Sagan, pese a la impresión generalizada que se tiene de su obra de ser un libro
básicamente de astronomía, aborda a
través de las páginas de sus trece capítulos aspectos de historia de la ciencia
y la interpretación de fenómenos astronómicos, de los hitos alcanzados por los
griegos para el conocimiento de la física del globo (Eratóstenes, los filósofos
jónicos) y su representación cartográfica (Ptolomeo), de las interpretaciones
sobre la creación por parte de distintas creencias religiosas, de la
importancia del conocimiento recogido en los libros y las bibliotecas (biblioteca
de Alejandría), del choque de civilizaciones en el descubrimiento y conquista
del Nuevo Mundo, de la evolución del ser humano desde la prehistoria; de la
importancia de la ciencia y la necesidad de su promoción como medio para la
mejora de la civilización.
Detalle de la 1ª edición en alemán del Cosmos de A. von Humboldt, editado en Stuttgart y Tübingen en 1845, por el prestigioso impresor de la época J. G. Cotta. La obra se compondría, finalmente, de seis volúmenes, que se publicarían sin periodicidad fija hasta el año 1862. La obra de Humboldt tuvo una repercusión fundamental para la consolidación de las ciencias de la Tierra y de la naturaleza en la segunda mitad del siglo XIX.
Desde
la publicación del Cosmos de Humboldt
hasta la aparición del Cosmos de
Sagan, la ciencia dará un salto exponencial mejorando sus métodos e
instrumental. En el caso de las ciencias de la Tierra y el Espacio esto es
especialmente notable: telescopios, cohetes, satélites, radares, ordenadores y
esto se percibe, de forma evidente, en las páginas del trabajo de Sagan. Pero
Humboldt incluiría en su obra, esencialmente en el Libro III del Cosmos, aspectos de gran utilidad para
el avance posterior de las ciencias del Espacio –lo que él denomina estudio de
la “uranología”- como la relación de las órbitas de las estrellas nobles y los
elementos integrantes del Sistema Solar conocidos a fines de la primera mitad
del siglo XIX: “Veintidos planetas principales, de ellos ocho principales y
catorce pequeños llamados también asteroides, veintiún satélites y ciento
noventa y siete cometas cuya órbita está calculada”. Humboldt deja la puerta
abierta a otros fenómenos y elementos del Espacio que puedan formar parte en su
época histórica o posteriormente del Sistema Solar: “Probablemente el Sistema
Solar contiene también la luz zodiacal... y numerosos observadores opinan que
deben añadirse a esta relación los enjambres de asteroides meteóricos que cortan
la órbita de la Tierra”. Como gran novedad astronómica en la época de Humboldt,
se destaca en el Cosmos el
descubrimiento de Urano (1781) y el anuncio de la existencia de Neptuno por Le
Verrier, comprobada posteriormente por Galle, en 1846. Humboldt incluye en su
obra, también, la relación de manchas solares observadas entre 1826 y 1850, las
fechas clave del descubrimiento de los planetas, entre el siglo XVII y XIX, los
datos de volumen y distancia a la Tierra y al Sol de los mismos, las
características de la Luna como cuerpo satelital de la Tierra, los rasgos
principales de los cometas y de la luz zodiacal, las leyes que explican el
movimiento de los astros. Como sabemos la relación de cuerpos siderales sería
modificada y mejorada especialmente desde la segunda mitad del siglo XX, así
como los principios físicos que explican los fenómenos siderales, pero el estudio de Humboldt tiene el valor de
ser un inventario preciso de los conocimientos existentes en el tiempo del
erudito alemán. Pese a las novedades y experimentos espaciales que relata con
detalle en su Cosmos el astrofísico
estadounidense, Sagan reconoce, por ejemplo, a Humboldt como impulsor de la
idea de que los aerolitos y los meteoritos son restos de cometas (Sagan, 1980;
cap. 13). Humboldt es consciente de que el conocimiento del espacio en su
época, a pesar de los avances experimentados, está en un estado incipiente y
que en su Cosmos solo incluiría
aquello que estaba totalmente demostrado por la ciencia: “Lo que no puede
fijarse como posible debe quedar fuera de una descripción física del mundo: no
está permitido a la ciencia el perderse en las regiones nebulosas de las fantasías
cosmológicas”. Este es su gran acierto, como el de Sagan, la apuesta por la
ciencia como criterio de selección, descripción y explicación de los aspectos
analizados en sus obras.
Por
último, un aspecto curioso es el tratamiento del clima terrestre y, en concreto
del cambio climático, cuestión de gran importancia en la actualidad, en las
obras de Humboldt y Sagan. El cambio climático que ambos señalan es el
ocasionado por el ser humano pero por alteraciones del medio natural terrestre
(deforestación, desecación de lagunas). Se indica, por tanto, la mano del ser
humano en las alteraciones que experimenta el clima en sus épocas. Al respecto,
Sagan señala: “Hay un factor adicional que puede alterar el paisaje y el clima
de la Tierra: la vida inteligente, capaz de realizar cambios ambientales a gran
escala”. Resulta curioso que Sagan indica la posibilidad de que la Tierra se
acerque a una nueva era glaciar, aunque recordemos que el descenso de
temperaturas que experimento nuestro planeta en los años sesenta y setenta del
pasado siglo hizo pensar a muchos investigadores del clima esa posibilidad. A
este respecto indica “durante cientos de miles de años los seres humanos han
estado quemando y talando los bosques, y llevando a los animales domésticos a
pastar y a destruir las praderas. La agricultura intensiva, la deforestación
industrial de los trópicos y el exceso de pastoreo son hoy desenfrenados. Pero
los bosques son más oscuros que las praderas, y las praderas lo son más que los
desiertos. Como consecuencia, la cantidad de luz solar absorbida por el suelo
ha ido disminuyendo y los cambios en la utilización del suelo han hecho bajar
la temperatura de la superficie de nuestro planeta. Es posible que este
enfriamiento aumente el tamaño del casquete de hielo polar, el cual con su
brillo reflejará aún más la luz solar desde la Tierra, enfriando aun más el
planeta y disparando un efecto de albedo”. Hoy sabemos que este proceso no ha
ocurrido, sino todo lo contrario. El calentamiento planetario que se registra
desde los años ochenta del pasado siglo, de origen antrópico ha alterado el
balance energético planetario favoreciendo un forzamiento radiativo que está
incrementando las temperaturas de la baja troposfera de forma continuada, dando
al traste, pues, con esa hipótesis de
enfriamiento que apuntaba Sagan. En ninguna de las dos obras se hace mención
explícita a este proceso actual de calentamiento ocasionado por la emisión de
gases de efecto invernadero por parte del ser humano. Esto es comprensible en
el caso del Cosmos de Humboldt, que se escribe en un contexto climático (final
de la Pequeña Edad del Hielo) totalmente diferente al actual. Pero sorprende en
el Cosmos de Sagan (cap. 4) puesto
que, aunque a comienzos de los años ochenta del pasado siglo la actual
hipótesis de efecto invernadero de causa antrópica aún no se había lanzado al
mundo científico, se disponían ya de algunos trabajos que hablaban del problema
climático de la Tierra por acumulación de dióxido de carbono; proceso que, como
es notable, ha cobrado enorme protagonismo científico y social en los años
siguientes. Sagan, no obstante, esboza la cuestión y señala: “las principales
fuentes de energía de nuestra actual civilización industrial son los llamados
carburantes fósiles. Utilizamos como combustible madera, petróleo, carbón y gas
natural, y en el proceso se liberan al aire gases de desecho, principalmente CO2.
En consecuencia el dióxido de carbono contenido en la Tierra está aumentando de
modo espectacular. La posibilidad de que se dispare el efecto invernadero
sugiere que tenemos que ir con cuidado: incluso un aumento de uno o dos grados
en la temperatura global podría tener consecuencias catastróficas”. Y apunta,
con enorme clarividencia, “nuestro encantado planeta azul, la Tierra, es el
único hogar que conocemos. Venus es demasiado caliente, Marte es demasiado
frío. Pero la Tierra está en el punto justo, y es un paraíso para los humanos.
Fue aquí, al fin y al cabo, donde evolucionamos. Pero nuestro agradable clima
puede ser inestable. Estamos perturbando nuestro propio planeta de un modo
serio y contradictorio. ¿Existe el peligro de empujar el ambiente de la Tierra
hacia el infierno planetario de Venus o la eterna era glacial de Marte? La
respuesta sencilla es que nadie lo sabe. El estudio del clima global, la
comparación de la Tierra con otros mundos, son materias que están en sus
primeras bases de desarrollo”. Si que menciona Sagan en su Cosmos el problema, incipiente en la literatura científica a
inicios de los años ochenta, de la destrucción de la “capa de ozono por los
gases propulsores fluorocarbónicos de los botes de spray con aerosol” y señala
los efectos negativos que ello tendría en los seres vivos de nuestro planeta:
“Este aumento en el flujo ultravioleta... producirá cáncer de la piel,
preferentemente en personas de piel clara. Y algo más importante: afectará la
ecología de nuestro planeta de un modo desconocido”. Como sabemos, en 1987, el
protocolo de Montreal prohibiría la fabricación y utilización de los conocidos
CFCs, favoreciendo el actual proceso de recuperación de la capa de ozono de la
estratosfera.
En el
mundo actual, donde lo mediático ha cobrado protagonismo de fuerza civilizadora,
el término “Cosmos” ha pasado a ser, merecidamente, sinónimo de la obra (serie
de televisión y libro) de Carl Sagan en el imaginario colectivo de la
humanidad, porque acercó con inteligencia la dificultad de las ciencias del
Espacio y de la Tierra al gran público y ha recibido una justa respuesta de
recuerdo y agradecimiento. Casi siglo y medio antes, Alexander von Humboldt
había comenzado a publicar su Cosmos,
asimismo una obra de sentido universal que pretendía acercar a un público
numeroso los conocimientos de la Física del Globo existentes en su época y que
desde entonces se convirtió en un trabajo de referencia para muchas disciplinas
científicas, mereciendo ediciones constantes y traducciones a múltiples
idiomas.
Ambos Cosmos tienen el valor de ser síntesis
documentada, de base científica, de los conocimientos sobre la Tierra y el
Espacio existentes en sus épocas. Ambas obras tienen la finalidad de
desentrañar y mostrar a un gran público los saberes de numerosos fenómenos que
ocurren en la naturaleza, en su amplio sentido. Ambas coinciden en el papel
importante del ser humano como habitante y pieza principal del Cosmos. Algo más
de siglo y medio separan su edición con sus numerosos y acelerados cambios en
la ciencia cuyo resultado muestra el Cosmos
de Sagan. Pero desde 1980 a la actualidad la rapidez de la mejora de las
herramientas y métodos de trabajo científico, y de los procesos físico-naturales
que se han manifestado desde entonces nos lleva a asegurar que si Carl Sagan
pudiera ahora escribir un nuevo Cosmos
su resultado supondría un salto en la descripción de la Tierra y del Espacio
tan importante, en tan corto tiempo, como el que supuso su obra respecto a la
elaborada a mediados del siglo XIX por el geógrafo alemán.
Bibliografía:
(1) Capel, H. (2012) Filosofía
y Ciencia en la Geografía contemporánea. Barcelona, Ediciones del Serbal,
480 p.
(2) Gómez Mendoza,
J.; Muñoz Jiménez, J. y Ortega Cantero, N. (1998) El pensamiento geográfico. (2ª ed.), Madrid, Alianza Universidad
Textos, 545 p.
(3) Harstshorne, R.
(1991). “El concepto de geografía como ciencia del espacio: de Kant y Humboldt
a Hettner”, Documents d´Anàlis i Geogràfica, 18, Universitat Autònoma de
Barcelona, p. 31-54.
(4)
Humboldt, A.von (2011) Cosmos. Ensayo de
una descripción física del mundo. (Edición e introducción de Sandra Rebok),
Madrid, Los libros de la Catarata y Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, 959 p. + 2 mapas.
(5)
Sagan, C. (1982) Cosmos. Barcelona.
Editorial Planeta, 366 p.
(6) Sloterdijk, P.
(2019) En el mundo interior del capital.
Para una teoría filosófica de la globalización. Madrid, Ed. Siruela, 332 p.
(7)Wulf,
A. (2016) La invención de la naturaleza.
El Nuevo Mundo de Alexander von Humboldt,
Madrid, Ed. Taurus, 584 p.
Jorge Olcina Cantos.
Catedrático
de Análisis Geográfico Regional.
Departamento
de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física,
Laboratorio de
Climatología, Universidad de Alicante.
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