ADN, cerebro y
bibliotecas. Todo forma parte de nosotros. Todo forma parte del Cosmos.
La persistencia de la memoria.
Nací poco más de una década después de la
publicación del libro Cosmos y debo
admitir, con algo de vergüenza, que nunca antes había reparado en esta
fascinante obra. A lo largo del capítulo
11, las palabras de Carl Sagan fluyen pasando por diferentes conocimientos
científicos mezclados con reflexiones filosóficas sobre los mismos. Inevitablemente
te llevan a pensar y a querer saber más. El texto que sigue estas líneas es una
mezcla de reflexiones y sensaciones propias, de lo que se conocía y conocemos.
Una
sensación de grandeza y pequeñez a la vez. El cosmos es definido por la RAE
como universo, y el universo es el conjunto de todo lo existente. Sagan
expresa: el cosmos es grande y vertiginoso, y nosotros solo somos un elemento
de infinitos. Somos pequeños. No obstante, formamos parte de esa inmensidad tan
bella. No solo nacemos y dependemos de él, sino que él, depende de nosotros. De
hecho, tenemos al alcance su comprensión o al menos el intento de comprenderlo.
Tenemos la habilidad de pensar y comprender, indispensables para sobrevivir e
íntimamente ligadas a la ciencia. Sagan dice: “Nuestra pasión por aprender es
la herramienta de nuestra supervivencia”.
Por
otro lado, y en contrapunto a las habilidades y logros extraordinarios de
nuestra especie (que nos hacen sentir grandes), Sagan razona que somos fruto de
meras aleatoriedades del cosmos. Un simple cambio en la evolución, que puede
ser considerado insignificante si lo miramos de manera aislada, podría haber
desencadenado un ser humano totalmente diferente y con él, todo lo que
conocemos. Posiblemente, no pensaríamos de la misma manera y no habríamos
establecido las mismas reglas. Sagan enuncia que “somos el producto de 15 mil
millones de años de evolución cósmica”, que “el proceso evolutivo se
caracteriza por una poderosa aleatoriedad” y que “la incomprensión de la
causalidad evolutiva nos hace humildes”. A mi modo de ver, la aleatoriedad
cósmica nos empequeñece y en cambio, nuestras peculiaridades como especie nos
engrandecen.
Todo
está conectado. Cuando leo las líneas del capítulo reflexiono sobre que todos
los elementos del universo estamos conectados de una manera más o menos
directa. Nuestro origen, aunque nos tengamos que remontar a los inicios de los
inicios, es común. Somos influidos e influimos en el resto de elementos.
Nuestro caso más próximo y visual es la Tierra. Sagan afirma que todos los
inquilinos del planeta estamos relacionados por la herencia evolutiva común. Y
da como ejemplo nuestro material genético o el propio cerebro, que comparte
muchas cosas con otras especies.
En
el capítulo La persistencia de la memoria
el autor cavila, entre otras cosas, sobre el ADN, el cerebro humano y sus
evoluciones. Utiliza analogías con elementos más cercanos para todos, para un
mayor entendimiento de estos. Es más, los conceptos se van entrelazando,
formando una extraordinaria imagen final y global. De esta manera, se vale de la
construcción de las ciudades, de la idea de las bibliotecas y de los libros.
ADN, cerebro y bibliotecas; todo forma parte de nosotros; nosotros formamos parte del cosmos.
Imagen diseñada en exclusiva para este proyecto por Raquel García Mena.
El
concepto de ciudad ha ido cambiando a lo largo de la historia. Actualmente, no
hay una definición única, según el país o el territorio puede variar. No
obstante, creo que todos estaremos de acuerdo en que una ciudad es un conjunto
de edificaciones dedicadas a la habitabilidad de la población o a actividades
específicas. Sagan explica que todas las ciudades empiezan a partir de un
pequeño núcleo de casas o construcciones que responden a las necesidades del
momento, y que poco a poco se van desarrollando, expandiendo y cambiando, dando
respuesta a las nuevas necesidades. También que, en la mayoría de ciudades, al
empezar no se especuló con el destino de la misma; se construye para abastecer
las necesidades y el modo de vida del momento. Así, el desarrollo de una ciudad
se hace de dentro hacia afuera y las partes antiguas pueden continuar
funcionando. Sagan hace una semejanza encantadora entre la evolución de las
ciudades y la evolución de nuestro cerebro. Donde expresa que nuestro cerebro
se ha ido adaptando a cada momento de nuestra historia, ha ido añadiendo o
desarrollando partes y las antiguas no han dejado de funcionar, aunque a veces
eso suponga un freno. Es verdad, la mayoría de las ciudades actuales empezaron
con lo que solemos llamar: casco histórico, y a medida que la tecnología, la
ciencia y las necesidades han cambiado, también lo ha hecho el aspecto y la
distribución de la ciudad (asfaltado, alcantarillado…). Y en cierto modo
nuestro cerebro ha seguido el mismo camino. Creo que, si actualmente se
empezará una ciudad de cero, se realizaría un estudio previo y se intentaría
imaginar el porvenir; y construir no solo en base del presente, sino también
del futuro. La planearíamos en función de los conocimientos que hemos ido
adquiriendo. No hemos de obviar, que la evolución de las ciudades ha ido de la
mano de la evolución de la arquitectura, de la ingeniería y del conocimiento en
general. Es curioso pensar, que antiguamente las ciudades se expandían
mayoritariamente en el eje horizontal y que ahora lo hacen hacia arriba, en el
eje vertical (hay ciudades que colindan con otras). También, que muchas partes
antiguas no funcionan con el mismo fin de sus orígenes, se han reinventado, no
se han destruido. Todo lo contrario, se intentan preservar y proteger porque
forman parte de nuestro pasado y hablan de nuestra historia.
Nuestro
cerebro es un pequeño cosmos y como postula Sagan, es primordial que entendamos
el cosmos y todos sus elementos. Lo que nos hace diferentes al resto de
especies es nuestro cerebro, no nuestros sentimientos. En las últimas décadas,
la ciencia ha avanzado mucho en cuestiones de cerebro, pero aún es un mundo a
medio comprender. Necesitaríamos un libro entero, y sería grueso, para explicar
todos los avances que se han hecho desde que Sagan publicó su libro. Cada
pequeño descubrimiento como la implicación de una proteína en una enfermedad
neurodegenerativa o una nueva función de una célula cerebral conocida; es un
gran avance para la comprensión de nuestro cosmos particular. Cuando Sagan
escribió su libro, la estructura del cerebro ya era conocida (Sagan habla de
ella y sus partes). Y las enfermedades neurodegenerativas ya habían hecho su
aparición. También se conocía la mielina, el concepto de sinapsis y
plasticidad. Evidentemente, hoy conocemos más detalles sobre todo esto. Las
células características de nuestro cerebro ya tenían nombre y algunas funciones
y características asignadas. Solo las neuronas aparecen en el capítulo, pero
también se conocían todas las células que forman el grupo de glía y microglía.
Es cierto, que en aquella época la neurona era la protagonista. Ahora, la glía
y la microglía ocupan un espacio importante en la investigación por su rol
clave en el correcto funcionamiento del cerebro, su comprensión es fundamental.
Dos décadas antes de la publicación, se hallaron las células madre y en 1990 se
descubrieron células madre en el cerebro capaces de generar los principales
tipos de células cerebrales. La neurogénesis como el nacimiento de neuronas
durante el desarrollo ya se conocía, pero en 1998 se demostró la neurogénesis
en adultos humanos1. Con todo ello se abrió un mundo de
posibilidades y de respuestas, este es un campo muy estudiado actualmente
debido a su gran potencial. En 2013 se inició el proyecto Cerebro Humano que tiene como objetivo realizar simulaciones
minuciosas de la biología que se produce en el cerebro humano, y a la vez
desarrollar la tecnología precisa para llevarlo a cabo (supercomputación,
modelización, informática…)2. Como dice Sagan: “El cerebro es la
máquina más maravillosa, por encima de todo lo que han inventado los hombres”.
Así
mismo formula que el cerebro es una consecuencia de la limitada información que
contienen nuestros genes y nuestro afán por sobrevivir. Los genes forman parte
de la molécula de la vida, el ADN. Desde su descubrimiento, no se ha dejado de
estudiar y se han hecho muchos avances.
Cuando se escribió el libro ya se conocía el ADN, el ARN, su estructura
molecular y su composición química. Sagan escribió en el capítulo sobre todo
ello: ácidos nucleicos, información hereditaria, nucleótidos y doble hélice. Pocos años antes de la publicación se
realizaron las primeras secuencias de moléculas de ADN y las primeras
modificaciones genéticas. En los años siguientes, se publicó por primera vez la
reacción en cadena de la polimerasa y se realizaron los primeros experimentos
de terapia génica. En 1984 se inició el proyecto Genoma Humano, llegando a su fin en 2003 con el 99% del genoma
secuenciado. Y en 1996 el primer mamífero fue clonado a partir de células de un
animal adulto (Oveja Dolly)3,4. Hoy en día, seguimos estudiando todo
lo relacionado con el ADN. Con la expresión: “la información genética contiene
todo lo que nuestro cuerpo sabe hacer por sí mismo y sin haberlo aprendido”, el
autor deja reflejada la importancia del ADN.
Sagan
comenta que la información contenida en el ADN se quedó corta y por ello,
desarrollamos el cerebro. Y cuándo el cerebro no fue suficiente para almacenar
todo lo que necesitamos, inventamos las bibliotecas. Las bibliotecas son una
prolongación de nuestro cuerpo, que poético. Conocemos diversos tipos de
biblioteca: la cerebral, la genética, la física y la virtual. Todas ellas
importantes, todas con diferentes maneras de almacenar la información, con
distintos lenguajes y con diferente vida a través del tiempo. Tal vez la física-virtual
sea única de la humanidad, pero la genética y la cerebral la tienen todos los
animales del planeta.
No
podía terminar de otra manera que no fuera con una reflexión de Sagan: “un
libro nos permite oír la voz de otra persona. El autor habla a través de los
milenios, directamente a nosotros”. Y esto es posible gracias a la escritura,
según Sagan, quizá es el mayor invento de la humanidad. Gracias Carl Sagan por
dejarnos oír tus pensamientos a través de este libro. Donde, a mi modo de ver,
se expresan conocimientos científicos vestidos de una belleza y un romanticismo
impresionantes. El libro Cosmos debería
ser lectura obligatoria.
Notas:
1 Peter S. Eriksson et al., 1998, Neurogenesis in the adult
human hippocampus, Nature Medicine 4,
1313-1317.
Judith Estengre Pérez.
Grado
en Física. Doctorando en Biociencias Moleculares.
Centro de Biología
Molecular Severo Ochoa-CSIC, Madrid.
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